sábado, 26 de enero de 2013

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ELEMENTOS NEOCLÁSICOS EN EL SÍ DE LAS NIÑAS
LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN

Por: Hugo I. López Coronel
Óclesis

Tras el esplendor y la libertad del teatro barroco en el siglo XVII, se imponen la mesura y contención con el Neoclasicismo en el XVIII. El teatro neoclásico se ciñe a las normas clásicas, la más importante de las cuales está en la observancia de la regla de las tres unidades (de acción, de tiempo y de lugar), y aspira a cumplir una función pedagógica entre los espectadores.
Es la época de la Ilustración. Y su obra dramática más representativa en España está en El sí de las niñas, en la cual Leandro Fernández de Moratín expone, mediante el artificio teatral, su visión crítica del problema de los matrimonios concertados sin libertad entre contrayentes desiguales en edad y fortuna. Con esta comedia su autor empezó a poner las primeras bases del teatro español contemporáneo.
Muy discretos son los valores literarios que ofrece España en el siglo XVIII. Es la época de la decadencia. El desmedido afán por imitar invadió muchos aspectos de la actividad social, política, económica e intelectual de España. Podemos corroborarlo con estas palabras de Quintana: “Todo concurría a este efecto inevitable: nuestra corte, en algún modo francesa, el gobierno siguiendo máximas y el tenor observados en aquella nación; los conocimientos científicos, las artes útiles, los grandes establecimientos de civilización, los institutos literarios, todo se traía, todo se imitaba allí: de allí el gusto en las modas, de allí el lujo en las casas, de allí el refinamiento en los banquetes; comíamos, vestíamos, bailábamos, pensábamos a la francesa...”
Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 1760 - París, 1828) fue un perfecto ejemplo del Ilustrado, el hombre adelantado a su tiempo. De formación autodidacta pero elitista, es un profundo renovador (tanto práctico como teórico) del teatro español, introdujo elementos provenientes del teatro europeo coetáneo, gracias a sus constantes estancias en cortes de Inglaterra, Francia e Italia. Con la invasión Napoleónica se situó en el bando de los afrancesados, y tan sólo pudo regresar a España a edad muy tardía. Entre sus obras destacan La derrota de los pedantes (1789), El viejo y la niña (1790), La comedia nueva (1792) y El sí de las niñas (1806). Moratín trata un problema muy de la época: el de los matrimonios de conveniencia, que imponían muchos padres a sus hijos. La comedia se ajusta a la regla neoclásica de las tres unidades: la obra desarrolla una sola historia (acción), ésta ocurre en un único escenario (lugar) y durante un sólo día (tiempo).

Argumento

La joven doña Francisca (Paquita), que ha sido educada en un convento de monjas de Guadalajara, es destinada por su madre, doña Irene, para esposa del anciano don Diego. La joven, a su vez, está enamorada de don Carlos, un militar que es sobrino de don Diego. La acción transcurre en una posada de Alcalá de Henares a la que acude don Carlos para impedir la boda de su amada sin saber que es la prometida de su propio tío. Cuando logra enterarse del propósito de éste, don Carlos renuncia a su amor, pero el bondadoso anciano comprende que los jóvenes se aman y es él quien generosamente se sacrifica, bendiciendo la unión de doña Francisca y don Carlos, contra los deseos de la autoritaria doña Irene.
Simbolismo: Tratado sobre la seudo libertad, el argumento de El Sí de las Niñas se centra en una de las preocupaciones del hombre de finales del siglo XVIII: el respeto a las normas e imperativos sociales, el derecho al matrimonio por amor, el conflicto de la autoridad paterna y el papel de la mujer en la sociedad. La prensa periódica publica numerosos artículos sobre el papel de la mujer en la familia, su derecho a la educación; todo esto en un momento en que la Pragmática de 23 de marzo de 1776 -Carlos III- obligaba a los hijos menores de 25 años a respetar la decisión paterna sobre contraer matrimonio. “Un hecho biográfico de Moratín, como cuenta su biógrafo y amigo Melón, explicaría, quizás, el porqué del tema: de muchacho se enamoró de Sabina Conti, pero ésta tuvo que casarse con su primo hermano, el escritor Gianbattistta Conti, de unos cuarenta años de edad. Este hecho puede que le influyera a la hora de escribir “La niña y el viejo” y “El sí de las niñas”, aunque no se puede afirmar rotundamente por las coincidencias más o menos inexactas de las fechas del hecho y del escrito de los libros”.
Con estos referentes, tema de moda y preocupación personal, los personajes giran en torno a la idea del casamiento irregular.
Don Carlos es presentado como el personaje principal, el sobrino de don Diego, el prometido de Paquita; arde en amores por ésta y es correspondido. Varios contemporáneos de la obra extrañaron la aparente contradicción entre su valor en el campo de batalla y su timidez ante su tío, pero esto es un error de enfoque. Moratín da idea de Carlos como un joven apasionado y valiente capaz de atropellar ciertas convenciones sociales, de sacar la espada por amor; así para los ilustrados y los partidarios de los Borbones, será un delincuente y un bárbaro, mientras que para los tradicionalistas será un símbolo del españolismo. Es el valiente enamorado de Paquita que no dudará en luchar por su amor contra su tío y las convenciones sociales. Calamocha es el criado de don Carlos. Presenta graciosamente a su amo como si se tratara de un enamorado del siglo XVII utilizando un lenguaje de perdonavidas. Paquita es la muchacha con la que pretende casarse don Diego. Se la define como coqueta y discreta. Doña Irene es la madre de Paquita. Es autoritaria en la medida justa: “unos buenos padres no ordenan, sino insinúan, proponen, aconsejan”, el exceso de autoridad de los padres es criticado no porque esté mal, sino porque puede provocar “una rebeldía peligrosa”. Doña Irene permite a Moratín poner de relieve que bajo el Antiguo Régimen la Iglesia constituía un remedio para muchas familias con malos trances económicos. Lo que interesa de la relación Iglesia / doña Irene es que desde que murió el marido de doña Irene, ella depende exclusivamente de su parentela eclesiástica, por lo que la influencia de ésta sobre ella es determinante. Las tías monjas ejercen una presión constante sobre su sobrina para que se case con don Diego. Dan a la niña una educación que pertenece ya entonces al pasado, y que no conviene a las necesidades de la época. Moratín afirma sobre esta educación que tiene como finalidad la de asegurar la autoridad absoluta de los padres en los asuntos matrimoniales de los hijos. Pero este exceso de autoridad puede ser contraproducente. Este es el sentido fundamental de “El sí de las niñas”: prevenir las graves consecuencias que puede acarrear un exceso de autoridad paterna

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