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ELEMENTOS NEOCLÁSICOS EN EL SÍ DE LAS NIÑAS
LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN
Por: Hugo I. López Coronel
Óclesis
Tras el esplendor y la libertad del teatro barroco en
el siglo XVII, se imponen la mesura y contención con el Neoclasicismo en el
XVIII. El teatro neoclásico se ciñe a las normas clásicas, la más importante de
las cuales está en la observancia de la regla de las tres unidades (de acción,
de tiempo y de lugar), y aspira a cumplir una función pedagógica entre los
espectadores.
Es la época de la Ilustración. Y su
obra dramática más representativa en España está en El sí de las niñas, en la cual Leandro Fernández de Moratín expone,
mediante el artificio teatral, su visión crítica del problema de los
matrimonios concertados sin libertad entre contrayentes desiguales en edad y
fortuna. Con esta comedia su autor empezó a poner las primeras bases del teatro
español contemporáneo.
Muy discretos son los valores literarios que
ofrece España en el siglo XVIII. Es la época de la decadencia. El desmedido
afán por imitar invadió muchos aspectos de la actividad social, política,
económica e intelectual de España. Podemos corroborarlo con estas palabras de
Quintana: “Todo concurría a este efecto inevitable: nuestra corte, en algún
modo francesa, el gobierno siguiendo máximas y el tenor observados en aquella
nación; los conocimientos científicos, las artes útiles, los grandes
establecimientos de civilización, los institutos literarios, todo se traía,
todo se imitaba allí: de allí el gusto en las modas, de allí el lujo en las
casas, de allí el refinamiento en los banquetes; comíamos, vestíamos,
bailábamos, pensábamos a la francesa...”
Leandro
Fernández de Moratín (Madrid,
1760 - París, 1828) fue un perfecto ejemplo del Ilustrado, el hombre adelantado
a su tiempo. De formación autodidacta pero elitista, es un profundo renovador
(tanto práctico como teórico) del teatro español, introdujo elementos
provenientes del teatro europeo coetáneo, gracias a sus constantes estancias en
cortes de Inglaterra, Francia e Italia. Con la invasión Napoleónica se situó en
el bando de los afrancesados, y tan sólo pudo regresar a España a edad muy
tardía. Entre sus obras destacan La
derrota de los pedantes (1789), El
viejo y la niña (1790), La comedia
nueva (1792) y El sí de las niñas (1806). Moratín trata un problema
muy de la época: el de los matrimonios de conveniencia, que imponían muchos
padres a sus hijos. La comedia se ajusta a la regla neoclásica de las tres
unidades: la obra desarrolla una sola historia (acción), ésta ocurre en un único
escenario (lugar) y durante un sólo día (tiempo).
Argumento
La
joven doña Francisca (Paquita), que ha sido educada en un convento de monjas de
Guadalajara, es destinada por su madre, doña Irene, para esposa del anciano don
Diego. La joven, a su vez, está enamorada de don Carlos, un militar que es
sobrino de don Diego. La acción transcurre en una posada de Alcalá de Henares a
la que acude don Carlos para impedir la boda de su amada sin saber que es la
prometida de su propio tío. Cuando logra enterarse del propósito de éste, don
Carlos renuncia a su amor, pero el bondadoso anciano comprende que los jóvenes
se aman y es él quien generosamente se sacrifica, bendiciendo la unión de doña
Francisca y don Carlos, contra los deseos de la autoritaria doña Irene.
Simbolismo: Tratado sobre la
seudo libertad, el argumento de El Sí de las Niñas se centra en una de las
preocupaciones del hombre de finales del siglo XVIII: el respeto a las normas e
imperativos sociales, el derecho al matrimonio por amor, el conflicto de la autoridad
paterna y el papel de la mujer en la sociedad. La prensa periódica publica
numerosos artículos sobre el papel de la mujer en la familia, su derecho a la
educación; todo esto en un momento en que la Pragmática de 23 de
marzo de 1776 -Carlos III- obligaba a los hijos menores de 25 años a respetar
la decisión paterna sobre contraer matrimonio. “Un hecho biográfico de Moratín,
como cuenta su biógrafo y amigo Melón, explicaría, quizás, el porqué del tema:
de muchacho se enamoró de Sabina Conti, pero ésta tuvo que casarse con su primo
hermano, el escritor Gianbattistta Conti, de unos cuarenta años de edad. Este
hecho puede que le influyera a la hora de escribir “La niña y el viejo” y “El
sí de las niñas”, aunque no se puede afirmar rotundamente por las coincidencias
más o menos inexactas de las fechas del hecho y del escrito de los libros”.
Con estos referentes, tema de moda y
preocupación personal, los personajes giran en torno a la idea del casamiento
irregular.
Don
Carlos es presentado como el personaje principal, el sobrino de don Diego, el
prometido de Paquita; arde en amores por ésta y es correspondido. Varios
contemporáneos de la obra extrañaron la aparente contradicción entre su valor
en el campo de batalla y su timidez ante su tío, pero esto es un error de
enfoque. Moratín da idea de Carlos como un joven apasionado y valiente capaz de
atropellar ciertas convenciones sociales, de sacar la espada por amor; así para
los ilustrados y los partidarios de los Borbones, será un delincuente y un
bárbaro, mientras que para los tradicionalistas será un símbolo del
españolismo. Es el valiente enamorado de Paquita que no dudará en luchar por su
amor contra su tío y las convenciones sociales. Calamocha es el criado de don
Carlos. Presenta graciosamente a su amo como si se tratara de un enamorado del
siglo XVII utilizando un lenguaje de perdonavidas. Paquita es la muchacha con
la que pretende casarse don Diego. Se la define como coqueta y discreta. Doña
Irene es la madre de Paquita. Es autoritaria en la medida justa: “unos buenos
padres no ordenan, sino insinúan, proponen, aconsejan”, el exceso de autoridad
de los padres es criticado no porque esté mal, sino porque puede provocar “una
rebeldía peligrosa”. Doña Irene permite a Moratín poner de relieve que bajo el
Antiguo Régimen la Iglesia
constituía un remedio para muchas familias con malos trances económicos. Lo que
interesa de la relación Iglesia / doña Irene es que desde que murió el marido
de doña Irene, ella depende exclusivamente de su parentela eclesiástica, por lo
que la influencia de ésta sobre ella es determinante. Las tías monjas ejercen
una presión constante sobre su sobrina para que se case con don Diego. Dan a la
niña una educación que pertenece ya entonces al pasado, y que no conviene a las
necesidades de la época. Moratín afirma sobre esta educación que tiene como
finalidad la de asegurar la autoridad absoluta de los padres en los asuntos
matrimoniales de los hijos. Pero este exceso de autoridad puede ser
contraproducente. Este es el sentido fundamental de “El sí de las niñas”:
prevenir las graves consecuencias que puede acarrear un exceso de autoridad
paterna
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