Borges Zahir, perdido en su laberinto
Por: Flor D. García Dávila
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Fuente de imagen: http://museodelaeterna7.blogspot.mx/ |
Habla, incomprensible, el Universo,
con su materia y su energía. Y nosotros sólo tenemos las palabras para
construirlo, para hacer propio lo otro que no somos. Que también somos.
Borges resulta amante del artificio
de la búsqueda por excelencia: la literatura. Su narrativa, más que otra cosa,
es intratextualidad, metalenguaje. Más allá de toda filosofía subyace una
profunda reflexión. Una preocupación paradójicamente explicada: nadie que haya
emitido alguna vez un signo, esperando respuesta, se ha sustraído de la visión
certera, quizá fugaz, de la insuficiencia del lenguaje; más específicamente, de
la lengua.
Se ha dicho que sus grandes temas son
los laberintos, los espejos, los libros, el tiempo...
I
El laberinto
El estructuralismo lo describió
formalmente: contra la simultaneidad de las cosas de la naturaleza, el lenguaje
es lineal en tiempo y espacio –en el caso de la escritura-, y sin embargo,
permutable, reinventado y reinventable, multidimensional.
Como la vida, entramada laberíntica.
[...]
Yo sé de un laberinto griego que es una línea única, recta. En esa línea se han
perdido tantos filósofos que bien puede perderse un mero detective.
[...]
Para la otra vez que lo mate –replicó Scharlach- le prometo ese laberinto, que
consta de una sola línea recta y que es invisible, incesante.
La muerte y la brújula
II
El espejo del mundo
Decía Platón que somos sombra,
reflejo de un mundo superior de luz. En nuestra vanidad, en nuestra impotencia,
nos hemos recreado igualmente en sombra, palabras que dan forma al pensamiento,
que se hace texto y pierde considerablemente la esencia que no nos ha sido
revelada. Ése es el secreto milagro de El Aleph (א), un solo símbolo que en sí
mismo guarda la posibilidad de lo innombrable, de todo lo que es y existe “[...]
se dijo que tiene la forma de un hombre que señala el cielo y la tierra, para
indicar que el mundo inferior es el espejo y es el mapa del superior.”
Vivimos de discurso; nuestra
historia, nuestros recuerdos; existimos para quien nos ha visto y marcado con
un nombre; en el paso del tiempo, para quienes nos han leído. Lo que sé de
Borges está en los libros; suyos y de otros. No podré tenerlo de otra manera.
III
La literatura
Todos los que hemos escrito tenemos
la huella de los que fueron antes que nosotros, remontando nuestra ascendencia
hasta los mismos dioses, hasta el polvo que creó toda materia. Nada hay nuevo
bajo el sol, pero no podemos apartarnos de la búsqueda de nuestro origen.
Aun más, los que consagran su
existencia a la literatura como Homero, como Borges, vivirán acaso en el sueño
de la originalidad; acaso se volverán inmortales.
[...]
Cuando se acerca el fin, escribió
Cartaphilus, ya no quedan imágenes del recuerdo;
sólo quedan palabras. Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras
de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos.
El inmortal
IV
Borges, zahir
He de admitir que mi primer encuentro
con Borges fue terrible. Apabullante. Árido y cerebral. Sobre todo comenzando
con Tlön, Uqbar, orbis tertius. Nuca
me gustaron los autores que detrás de su complejidad no tuvieran una migaja
para las mentes simples. “[...] No sospechaba yo que esos ‘pensamientos’ eran
un artificio contra el Zahir y una primera forma de su demoníaco influjo.
[...]
Zahir, en árabe, quiere decir notorio [...] la plebe, en tierras musulmanas, lo
dice de “los seres o cosas que tienen la terrible virtud de ser inolvidables y
cuya imagen acaba por enloquecer a la gente”.
Para mi fortuna o desgracia, aun en
mis noches de insomnio no he de llegar a ser Borges. Me consuela saber que si
quisiera hacer un recorrido por los nueve círculos del alter ego, iría de la mano de Julio, mas, ¿qué pasaría si los
círculos fuesen tan amplios que sólo alcanzara a distinguir una línea recta?
....
Ya ciego, extendió la mano para tocar
a su enemigo, el último habitante. Podía afirmar con certeza que ahí... El
espejo resbaló de su percha. Ahora estaba solo. Echó a andar sobre un libro de
arena y jamás llegó a su destino: la pauta se le dividía en mitades infinitas.
Un laberinto sin muros.
Texto publicado en Momento Diario. Diciembre de 2006.
Texto publicado en Momento Diario. Diciembre de 2006.
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