Lunes
de lucha libre en las calles poblanas
Por: Jorge Luis Gallegos Vargas
Óclesis
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Fuente de imagen: http://blog.mecate.mx/category/convocatorias/page/12/ |
Mentadas de madre.
Gritos. Comida. Cerveza. Cigarros. Refrescos. Chicles. Cacahuates. Pepitas.
Todos están ahí: la señora de la tercera edad; el ejecutivo panzón que dejó a
un lado la corbata y el portafolios; los chavos ‘nice’ convertidos en ‘nacos de
clóset’; los niños y las niñas bonitas que arrancan más de un suspiro; el niño
berrinchudo que quiere la máscara a la fuerza, los despistados; los fanáticos y
las familias enteras que cada lunes se dan cita en la 13 oriente 402. La lucha
de clases se olvida por algunas horas y la Arena Puebla deja de lado a los
rivales enmascarados, dando paso a los verdaderos gladiadores: los asistentes.
El escandaloso
aroma que despiden las papas, las rajas de chile jalapeño, la cebolla y las
milanesas, mezcladas con la tan digerible grasa, se anuncian hasta la esquina
de la 4 sur y 15 poniente. La primera lucha de parejas se lleva a cabo entre
los comerciantes y los automovilistas que intentan pasar sobre la 13 poniente
con dirección hacia boulevard 5 de mayo.
Lucharán de dos a
tres caídas sin límite de tiempo, por el bando de los técnicos los vendedores
de comida, máscaras, playeras y los ya míticos luchadores de plástico con todo
y ring; por el bando de los rudos los automovilistas y conductores de ruta que
quieren llegar a su destino.
Las telas negras se
extienden por el pavimento. El Santo, Blue Demon, Huracán Ramírez, Blue Panter,
Pierrot, Psicosis, Súper Muñeco y muchos más se dan cita desde las seis de la
tarde esperando a que algún aficionado los encarne. Los precios varían: las más
sencillas “de a veinte ‘peso’, la de la Parca de a 100 ‘peso’ porque tiene más
tela”. Las máscaras riñen para ver cuál es la consentida; los ganadores: Místico,
Dr. Wagner y la Parca.
La comida llega un
poco más temprano: las cemitas desde las tres y media, los pellejudos tacos al
pastor un poco después: a las seis y media. Las largas filas para comprar las
cemitas, preparadas con milanesa, papas, jitomate, aguacate, jamón, rajas y
cebolla, bañadas delicadamente en
aceite, no se hacen esperar. Los puestos dedicados a la venta de éstas no se
dan abasto. Cualquier automóvil, es bueno para recargarse y esperar el turno de
ser atendido; no importa si es el flamante Honda del año o el nostálgico
Renault de ‘zapatito’. Los tacos al pastor, hamburguesas, hot dogs, elotes y
esquites no tienen la misma popularidad que las oriundas de Puebla, pero
también son socorridas por los hambrientos ávidos de una noche de agruras.
La misma constante
se presenta en las taquillas: extensas filas humanas para adquirir un boleto de
balcón, ring general o ring numerado. La hilera da la vuelta, todo sea por
conseguir el pase al espectáculo. Los revendedores hacen de las suyas. Algunos
desesperados compran y fomentan la corrupción.
El calvario inicia
para los conductores y pasajeros. La presencia e ineficacia de los agentes de
tránsito se hace valer. Algunos tardan hasta diez minutos en pasar un tramo no
mayor a cien metros. Pitidos, acelerones, amarres, amagues, mentadas de madre,
todo aquello no impide que la gente se arremoline en la tradicional Arena
Puebla.
Poco a poco el
recinto comienza a cobrar vida. Alrededor de las ocho de la noche se abren las
puertas para dejar pasar a los asistentes para que, una hora más tarde, dé
inicio el espectáculo de todos los lunes por la noche; aunque el verdadero
espectáculo dé inicio horas antes en la 13 oriente.
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