martes, 29 de enero de 2013


Lunes de lucha libre en las calles poblanas
Por: Jorge Luis Gallegos Vargas
Óclesis

Fuente de imagen:
http://blog.mecate.mx/category/convocatorias/page/12/
Mentadas de madre. Gritos. Comida. Cerveza. Cigarros. Refrescos. Chicles. Cacahuates. Pepitas. Todos están ahí: la señora de la tercera edad; el ejecutivo panzón que dejó a un lado la corbata y el portafolios; los chavos ‘nice’ convertidos en ‘nacos de clóset’; los niños y las niñas bonitas que arrancan más de un suspiro; el niño berrinchudo que quiere la máscara a la fuerza, los despistados; los fanáticos y las familias enteras que cada lunes se dan cita en la 13 oriente 402. La lucha de clases se olvida por algunas horas y la Arena Puebla deja de lado a los rivales enmascarados, dando paso a los verdaderos gladiadores: los asistentes.
El escandaloso aroma que despiden las papas, las rajas de chile jalapeño, la cebolla y las milanesas, mezcladas con la tan digerible grasa, se anuncian hasta la esquina de la 4 sur y 15 poniente. La primera lucha de parejas se lleva a cabo entre los comerciantes y los automovilistas que intentan pasar sobre la 13 poniente con dirección hacia boulevard 5 de mayo.
Lucharán de dos a tres caídas sin límite de tiempo, por el bando de los técnicos los vendedores de comida, máscaras, playeras y los ya míticos luchadores de plástico con todo y ring; por el bando de los rudos los automovilistas y conductores de ruta que quieren llegar a su destino.
Las telas negras se extienden por el pavimento. El Santo, Blue Demon, Huracán Ramírez, Blue Panter, Pierrot, Psicosis, Súper Muñeco y muchos más se dan cita desde las seis de la tarde esperando a que algún aficionado los encarne. Los precios varían: las más sencillas “de a veinte ‘peso’, la de la Parca de a 100 ‘peso’ porque tiene más tela”. Las máscaras riñen para ver cuál es la consentida; los ganadores: Místico, Dr. Wagner y la Parca.
La comida llega un poco más temprano: las cemitas desde las tres y media, los pellejudos tacos al pastor un poco después: a las seis y media. Las largas filas para comprar las cemitas, preparadas con milanesa, papas, jitomate, aguacate, jamón, rajas y cebolla,  bañadas delicadamente en aceite, no se hacen esperar. Los puestos dedicados a la venta de éstas no se dan abasto. Cualquier automóvil, es bueno para recargarse y esperar el turno de ser atendido; no importa si es el flamante Honda del año o el nostálgico Renault de ‘zapatito’. Los tacos al pastor, hamburguesas, hot dogs, elotes y esquites no tienen la misma popularidad que las oriundas de Puebla, pero también son socorridas por los hambrientos ávidos de una noche de agruras.
La misma constante se presenta en las taquillas: extensas filas humanas para adquirir un boleto de balcón, ring general o ring numerado. La hilera da la vuelta, todo sea por conseguir el pase al espectáculo. Los revendedores hacen de las suyas. Algunos desesperados compran y fomentan la corrupción.
El calvario inicia para los conductores y pasajeros. La presencia e ineficacia de los agentes de tránsito se hace valer. Algunos tardan hasta diez minutos en pasar un tramo no mayor a cien metros. Pitidos, acelerones, amarres, amagues, mentadas de madre, todo aquello no impide que la gente se arremoline en la tradicional Arena Puebla.
Poco a poco el recinto comienza a cobrar vida. Alrededor de las ocho de la noche se abren las puertas para dejar pasar a los asistentes para que, una hora más tarde, dé inicio el espectáculo de todos los lunes por la noche; aunque el verdadero espectáculo dé inicio horas antes en la 13 oriente.

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