Esferoide
...algo había valido la pena:
la foto.
Podría pedirla y regalársela a
María en una cajita de colores.
Luis María Davronel.
Por: Hugo López Coronel
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Fuente de imagen: Obra gráfica Victoria Ciezar. Revista Óclesis Número 6 |
Tú primero. La banca puesta al sol,
repleta de las sombras de algunos años, se hizo necesaria. Coquita, has
caminado por senderos que no se han delimitado en los mapas; ¡no ves que eso es
malo!, te puedes perder y luego hay que buscar entre las flechas escasas de
sentido. Qué maña la tuya de hacer anagramas cuando la gente transpira ese olor
a noción de experta. Ya sabes, una buena plática se inicia con el tema del
clima. ¡Todos somos responsables de la catástrofe ecológica! ¡Así eh,
con énfasis! ¡Todos somos responsables de la catástrofe ecológica! Ya
después puedes ir hilando los otros temas: tráfico, platillos exóticos, recetas
para curar enfermedades raras, política; en fin, tú misma te darás cuenta de
las palabras que hagan sobremesa. Pero así eh, con énfasis.
Resulta que los
edificios presumen sus ventanas a lo largo de la plazuela. ¡Mirarlos!, cuesta
más trabajo que contar los pasos que Coquita ha dado a lo largo de su vida. Me
encanta el ronroneo de sus tacones, sobre todo cuando saltan la charca para no
mojar los holanes. En la esquina, donde dejaron puestos los brazos y las
piernas de ambas razas, se agazapan a esperar la caída del sol. Pico, pico,
pico y rebota una y otra vez, ¿tú sabes qué comen? Ah, es verdad, tú primero.
...son como Argos con la atribución de
juez. Es la verdad. Claro, hay que ser justos y decir que son todos unos
conocedores, que aman (y comprenden) lo que para mí es inalcanzable
filosofía...
Perdón,
creo que debo insistir Coquita y vuelvo a repetirlo, son senderos no
delimitados. Ellos siempre llegan a la hora exacta. Pasan a la mesa, degustan
los platillos, se envanecen con los altares de su buen gusto y categoría, y por
supuesto, la sobremesa es correcto terminarla con chascarrillos que vayan
acorde con el marbete de las prendas. Por cierto, noté las nauseas que te
hicieron ir al baño, y no fue una vez, déjame decirte, me parece que fueron
varias, sobre todo cuando sacaron los trapitos a secar en las fotografías de la
primaria. Entendí perfectamente que te quedaras sin nada qué decir, a mí
también se me había olvidado todo.
Las
varillas que soportaban nuestro peso parecían hundirse en la luz. Coquita
seguía caminando entorno a la plazuela. Creo que yo también habría apretado las
mandíbulas, los ojos, los puños. ¡Ficción! Tú primero lo dijiste. Entonces:
silencio, paz, soledad. Me guardé tus palabras: es extraño ser el que se queda,
sentirse como espacio remoto e invisible antes de pensar en marcharse también.
¡Luis!
¡Cuarto para la seis! ¡Ya ves! El
pensamiento es el que siempre interrumpe el estadio de lo infinito y lo
inmortal. Son tus palabras. Las mías, se callaron cuando Coquita voló
al otro lado de la calle. Después, sólo me tuve que marchar.
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