lunes, 24 de septiembre de 2012

De luto el comunismo español por la muerte de Santiago Carrillo,
artífice de la transición democrática en España

 Por: Francisco Hernández Echeverría
 
19 de septiembre de 2012
 
Óclesis
Desde que lo aquejara una infección urinaria que le hizo ingresar dos días en el hospital en 2011, Santiago Carrillo sólo fue visto en público a principios del 2012. Pero el 18 de septiembre pasado falleció en su casa de Madrid a los 97 años mientras dormía la siesta, después de que en la última semana empeorara su estado de salud y de que en los últimos meses tuviera que ser hospitalizado en diversas ocasiones.
Sus restos mortales fueron expuestos en la capilla ardiente ubicada en el auditorio Marcelino Camacho del sindicato Comisiones Obreras (CC.OO.) (1) en Madrid, al que asistieron destacados políticos, artistas y decenas de militantes comunistas, muchos de ellos envueltos en banderas republicanas, para despedir al controvertido comunista que se convirtió en un referente de la política española del siglo XX. Una imagen del histórico dirigente comunista con la frase “El capitalismo puede llegar a destruir la especie humana” presidió dicha capilla.
Santiago Carrillo nació en Gijón en 1915, y desde muy joven daría muestras de activismo y militancia singulares. Siendo adolescente se unió a las Juventudes Socialistas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE, en adelante), donde inició su fuerte compromiso con la política como un destacado promotor de la bolchevización. Con 19 años de edad ya era Secretario General de las Juventudes Socialistas.
 
Santiago Carrillo muestra su carné de militante del Partido Comunista de España (PCE) en Madrid, en una rueda de prensa clandestina en 1976 (tomada de Internet).
 
Durante la Guerra Civil se afilió al Partido Comunista Español (PCE, en adelante) y se integró en la Junta de Defensa de Madrid con el cargo de Comisario de Orden Público. Cuando los franquistas casi tomaban la capital la Junta decidió sacar de la cárcer a todos los militares presos. Un convoy de autocares les trasladó fuera de Madrid y fueron asesinados en Paracuellos del Jarama. En días posteriores hubo otras sacas de presos, fusilados a su vez en Torrejón de Ardoz. A posteriori, el régimen franquista hizo corresponsable de estas matanzas a Carrillo, “la mayor atrocidad cometida en territorio de la República”, según el historiador Santos Juliá (2), aunque Carrillo en vida nunca dio demasiadas explicaciones de este grave episodio, limitándose a negar su responsabilidad en estos lamentables hechos que atribuyó a “grupos incontrolados”.
Con la derrota de los republicanos, Carrillo salió hacia el exilio en febrero de 1939, pasando por diversos países hasta que fijó su residencia en París.
Cuando en 1942 muere el Secretario General del PCE, José Díaz, siendo sustituido por Dolores Ibárruri, “La Pasionaria”, Carrillo aplica la estrategia “dentrista” que atribuía a Iósef Stalin, consistente en olvidar las ideas de la lucha de guerrillas contra Franco y mejor “tener paciencia” para aprovechar los resquicios que dejaba la dictadura franquista en los Sindicatos Verticales y otras organizaciones creadas y protegidas por la misma dictadura, es decir, infiltrarse en ellos.
En 1954 comenzó una renovación de la dirección del PCE, con jóvenes procedentes del interior de España que comenzaron a mezclarse con los exiliados. A finales de 1955, la Unión Soviética apoyó la entrada de la España franquista en la ONU, en paralelo con el cuestionamiento del autoritarismo de Stalin en Moscú, que había muerto dos años antes. Carrillo publicó desde París un artículo en el que planteaba la política de “reconciliación nacional” y aprobaba la incorporación de España a la ONU, en contra de la dirección del PCE. Dolores Ibárruri le salvó de la expulsión, al enterarse de la existencia de un informe secreto de Nikita Jrushchov condenando las prácticas stalinistas.
Dolores Ibárruri dimitió en 1959 como secretaria general del PCE. Al año siguiente, el VI Congreso de este partido situó a Carrillo como Secretario General y a Ibárruri de presidenta, además de lanzar la idea de la “huelga general política” como método de lucha contra el franquismo. Pero la dictadura continuaría muchos más años en el poder.
Muerto Franco, el gobierno democrático de Adolfo Suárez, un antiguo falangista apoyado por el Monarca y el poder del Estado franquista, inició una serie de reformas políticas encaminadas a crear una democracia bipartidista, sin autonomías ni comunistas legalizados. Para allanar el camino, en septiembre Suárez convocó a los altos mandos militares y les expuso sus propósitos políticos. Cuando le preguntaron por el PCE, el presidente prometió no legalizarlo.
Carrillo regresaría en secreto a España viviendo durante casi todo el año 1976 planeando una vía pragmática mediante distintas fórmulas, pero sin renunciar a sus convicciones comunistas, que llevara al PCE hacia la legalización, y así, pactar, desde el comunismo como partido clave, una construcción democrática con la herencia civil del franquismo encarnada en Adolfo Suárez.
De este modo, provocó al gobierno de Suárez con una rueda de prensa en Madrid el 10 de diciembre de 1976.  Al ser descubierto, fue detenido el día 22 de ese mes, llevando una peluca que le haría famoso en toda España. Realmente, Carrillo había forzado intencionalmente su detención para obligar al gobierno a reconocer la existencia del PCE y acceder a su legalización. La oleada de protestas que levantó esta acción y el proceso de cambio político en el que vivía el país, provocaron que fuera puesto en libertad a los pocos días. Desde este momento, Santiago Carrillo se convirtió en “un artífice absolutamente decisivo” durante los años de la Transición Democrática, contribuyendo de forma decisiva a levantar un espíritu de consenso, entendimiento y convivencia para que dicha transición transcurriera de forma pacífica. En este sentido, fue especialmente importante su intervención para calmar los ánimos de la izquierda tras el asesinato fascista contra los abogados laboralistas de un despacho de la madrileña calle de Atocha, cometido el 24 de enero de 1977. Los contactos a través de terceros entre Suárez, que buscaba apoyos para su proceso de democratización, y Carrillo dieron paso a una primera entrevista personal tras dicho atentado.
Al calor de las reformas, el país se conmovió en pleno Sábado Santo del 9 de abril de 1977, cuando Suárez legalizó por sorpresa el PCE, irritando a los grupos conservadores, especialmente a la cúpula militar, quienes insatisfechos empezaron a barajar ideas golpistas. Mientras tanto, Carrillo no tuvo empacho en mostrar numerosos gestos de moderación política y social de sus militantes, como fue el reconocimiento de la Monarquía y de la bandera española, adelantándose en esto al propio Partido Socialista. Toda su estrategia de este periodo estaba encaminada en conseguir que el PCE fuera considerado como un partido capaz de vivir y trabajar en democracia.
Carrillo se presentaría a los inminentes primeros comicios democráticos de 1977, encabezando la formación comunista. Pero aunque los resultados electorales no fueron favorables, el líder del PCE logró un escaño de diputado por Madrid, que mantuvo en las elecciones de 1979 y 1982.
El 23 de febrero de 1981, mientras en el Congreso se hacía la votación de investidura, el guardia civil Antonio Tejero y camarilla penetraron al recinto disparando ráfagas de ametralladoras al aire para amedrentar a los ministros y diputados, que se echaron al suelo tras sus escaños, con las únicas excepciones de Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y del mismo Santiago Carrillo.
Esta intentona de golpe de Estado, mejor conocida como el “F-23”, vacunaría la democracia por la que Carrillo estaba inclinando todas sus potencialidades. La transición española, afirma Santos Juliá, “no habría sido lo que fue sin aquellas invenciones de Carrillo que se llamaron reconciliación nacional y ruptura pactada. Los tortuosos y laberínticos caminos por los que tantos españoles acabamos incorporando valores democráticos a una cultura política macerada en décadas de dictadura deben no se sabe cuánto a este político profesional”.
En 1982 Carrillo dimitió como Secretario General del PCE después de 22 años, una vez confirmado que su partido había sido relegado definitivamente por el PSOE en la confianza electoral de la izquierda. En 1985 es expulsado definitivamente del PCE por oponerse a la presión que estaba ejerciendo el Partido sobre los socialistas. En medio de lo que consideró una “izquierda en crisis” se limitó prácticamente a ser un observador, a través de libros, artículos periodísticos e intervenciones radiadas. Funda el Partido de los Trabajadores-Unidad Comunista, con el que no obtuvo escaño en 1986.
La biografía de Santiago Carrillo ha recorrido casi un siglo de grandes acontecimientos de la historia de España. A la fecha hay quienes todavía no entienden por qué Carrillo adoptó esta posición de aceptar la Monarquía y aparcar la reivindicación de una tercera República, por lo que consideran que ha pasado a la historia simplemente como el más oscuro, encantador bolchevique stalinista, dogmático, demócrata, reformista, oportunista y “monarquista” político de la democracia española y, quizá, del comunismo europeo. Para otros, muchos de ellos protagonistas de la vida política española, de una y otra ideología, España debe estarle muy agradecida a Carrillo, ya que gracias a su lealtad con sus ideas y coherente en la defensa de la clase trabajadora, la historia lo juzgará como el propulsor de la evolución del stalinismo al eurocomunismo, y sobre todo, el reconciliador decisivo de las “dos Españas” en la etapa de la Transición, cuyo empuje hacia la ratificación de la Constitución, la “España constitucional”, sigue siendo una norma que ha traído “concordia y prosperidad” a España.
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(1) Las Comisiones Obreras (CC.OO.) es una confederación sindicalista española, vinculada en su fundación al Partido Comunista de España, aunque independiente de cualquier partido político. Se trata de la primera central sindical de España en número de afiliados y delegados sindicales.
(2) Las llamadas matanzas de Paracuellos fueron una serie de asesinatos masivos organizados durante la Guerra Civil Española, y que llevaron a la muerte de varios miles de prisioneros considerados opuestos al bando republicano (falangistas, religiosos, militantes de la derecha, burgueses y otras personas que en su inmensa mayoría habían sido detenidas por ser consideradas como partidarias de la sublevación). Los hechos se desarrollaron en los parajes del arroyo de San José, en Paracuellos de Jarama, y en el soto de Aldovea, en el término municipal de Torrejón de Ardoz, ambos lugares cercanos a la ciudad de Madrid.

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