sábado, 1 de septiembre de 2012


Teoría del Origen

Por: Alán Gonzaga.

Óclesis

Fuente de imagen
http://www.madrimasd.org/blogs/universo
Allí estaba, en medio de la inmensa tierra, los mares por el tiempo derretido en olas gigantes y furiosas detenido. Con mis manos y mi rose manipulaba minúsculas gotas indivisibles. Formaba figuras arbitrarias, mientras mi existencia en aquel cráter, aún con la piedra alienígena brillante, perdida, imaginaba quimeras, arrogantes bestias sujetas aún a los halos hilados.
La sed me invadía, de mi imprudente juego harta. Por el agua opté recorriendo hacia el sur el resto del campo con pies ausentes. Me encontré con una selva deforestada, hectáreas de retoños odiosos escondites de tesoros, sobre el borde superior  de aquel cenote, por dos guardianes custodiado, erguido un pequeño templo en honor a alguna diosa, se escondía del espionaje. 
            Comencé a beber, frecuentando los pies del monumento, con rabiosa insistencia buscaba sin conseguir calmar el calor con las gotas. Así, cinco jóvenes se acercaron, hermosas doncellas de templos, de mi condición apiadándose, mi rostro tomaron guiándome… otra fuente buscamos; había cambiado por el coro de cisnes el entierro del peregrino. Los rezos ajenos forjaban la espada del héroe furioso que precipitaba los golpes en la batalla del sur mientras yo pedía perdón en el norte.
            Gaia, la de hermoso rizado, golpeaba vengativa mi cuerpo, mientras arañaba la coraza de mi centro por los dones de Venus invadida.
Locos los dos, demostrábamos amor discorde, cada quien luchaba por su rey que batía la tierra con la fuerza contra las nubes deformes apoyadas en el árbol del sueño.
            Llegaban ya las libélulas que jugaban a secretos con nuestras cunas de dedos, allí donde los susurros son más graciosos y las estrellas sólo se asoman enfrente del mar. Ahora todo era desierto, pasaban blancos caballos errantes y perdidos, que apenas notaba el tiempo su paso, se comió Ares los besos.
            Ya cansados temblaba el suelo, las montañas camas del adulto y el infante, retaban con lanzas como último ataque, que resulto den desastre, mientras yo   explotaba  en un rayo furioso que golpeaba contra el seno de Coatlicue.
Mil veces las batallas fragüen contra la diosa, quien feliz estuvo de enfrentarme.

Fue así querida mía que tu hermana y tú nacieron.

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