Teoría
del Origen
Por: Alán Gonzaga.
Óclesis
Fuente de imagen http://www.madrimasd.org/blogs/universo |
Allí estaba, en medio de
la inmensa tierra, los mares por el tiempo derretido en olas gigantes y
furiosas detenido. Con mis manos y mi rose manipulaba minúsculas gotas
indivisibles. Formaba figuras arbitrarias, mientras mi existencia en aquel
cráter, aún con la piedra alienígena brillante, perdida, imaginaba quimeras,
arrogantes bestias sujetas aún a los halos hilados.
La sed me invadía, de mi imprudente juego harta. Por el
agua opté recorriendo hacia el sur el resto del campo con pies ausentes. Me
encontré con una selva deforestada, hectáreas de retoños odiosos
escondites de tesoros, sobre el borde superior de aquel cenote, por
dos guardianes custodiado, erguido un pequeño templo en honor a alguna diosa,
se escondía del espionaje.
Comencé a beber, frecuentando los pies del monumento, con
rabiosa insistencia buscaba sin conseguir calmar el calor con las gotas. Así, cinco
jóvenes se acercaron, hermosas doncellas de templos, de mi condición
apiadándose, mi rostro tomaron guiándome… otra fuente buscamos; había cambiado
por el coro de cisnes el entierro del peregrino. Los rezos ajenos forjaban la
espada del héroe furioso que precipitaba los golpes en la batalla del sur
mientras yo pedía perdón en el norte.
Gaia, la de hermoso rizado, golpeaba vengativa mi cuerpo,
mientras arañaba la coraza de mi centro por los dones de Venus invadida.
Locos los dos,
demostrábamos amor discorde, cada quien luchaba por su rey que batía la tierra
con la fuerza contra las nubes deformes apoyadas en el árbol del sueño.
Llegaban ya las libélulas que jugaban a secretos con
nuestras cunas de dedos, allí donde los susurros son más graciosos y las
estrellas sólo se asoman enfrente del mar. Ahora todo era desierto, pasaban
blancos caballos errantes y perdidos, que apenas notaba el tiempo su paso, se
comió Ares los besos.
Ya cansados temblaba el suelo, las montañas camas del
adulto y el infante, retaban con lanzas como último ataque, que resulto den
desastre, mientras yo explotaba
en un rayo furioso que golpeaba contra el seno de Coatlicue.
Mil veces las batallas fragüen
contra la diosa, quien feliz estuvo de enfrentarme.
Fue así querida mía que tu hermana y tú nacieron.
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