El canto Cíclico de Óclesis
Por: Francisco Hernández
Echeverría
diseño de cartel estephany Granda Lamadrid |
El pasado sábado 24 de marzo asistí a una representación
de la obra “El cantar de los ciclos” de Hugo López Coronel, presentada por la
asociación literaria Óclesis en las instalaciones de Fogata Cultural (8 Oriente
No. 401). La representación estuvo dirigida por Gisel Reyes Lozoya y Abdiel
Degollado, logrando un meritorio espectáculo, sugestivos efectos de luces
hacedores de un espacio mágico, que junto a la modesta escenografía dieron
atractivo marco a los actores que intervinieron en esta puesta en escena:
Cinthya Bautista Pajarito, Flor Daniela García Dávila y Armando Maldonado
Lima.
Con esta actividad Óclesis
demuestra evolución en cada reto cultural que se plantea, el colocar sobre la
mesa la complejidad de los procesos emocionales y de las pasiones dan paso al
afiebrado ensueño que provoca la ley de la ciclicidad que no permite
detrimentos, esa especie de terapia racional emotiva en la que Sandra-Olga nos
va zambullendo es una “función signalizadora” del comportamiento como
conversación socialmente vedada, palabra de escándalo, de infalible ruina, pero
que por otro lado es sonido que nos hace correr por los campos de la existencia
sensible.
Al principio pareciera que se trata de un discurso
erudito, pero tiene mucho sentido en este trabajo para comprender que antes de
que la atmósfera amorosamente tripartita se convierta en insoportable, queda un
anhelo que mira más allá del bien y del mal desde los ojos de un provocador
cuadro de colorido emocional nuevo. Experiencia simbólica y artificial que
conduce a aquello que puede llamarse espacio interno propio, urgido de reciclaje
a través de una confusa búsqueda que se nutre del afuera para formar ese espiral
ascendente de insatisfacción, tristeza y frustración que nos lleva a seguir
buscando en el mismo lugar sin encontrar nada.
En entrevista con el autor de la obra, López Coronel nos
menciona que inspirado en Xavier Villaurrutia empezó a explorar la idea de
escribir sobre el “enfrentamiento de los planos racional y emocional en la
mujer, aderezados con expresiones de lo masculino en el personaje que aparece
sin nombre. En Sandra hay un lenguaje puramente racional y en Olga hay un
lenguaje coloquial. Esta estructura racional-emocional precisa en realidad una
personalidad o una manera de ser o una referencia para posibilitar una
unidad”.
Así, “El cantar de los ciclos” propone los temas
fundamentales de la soledad, la angustia y la muerte que se va armando a través
de sus personajes, pero sobre todo es una reflexión sobre la relación
amor-muerte con su adecuada “nutrición emocional” como algo fundamental dentro
de la vida diaria de una persona, por más que se trate de
apartar. En definitiva, una obra recomendable para aquellos que
vivimos en el anhelo de que volverán las brisas al balcón y las caminatas en la
acera.
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