martes, 11 de septiembre de 2012


La fragmentación de la soledad

Isis Samaniego


El espectador observa las imágenes, es el horizonte incorpóreo que asemeja un gran espejo, reflejo de vértebras que extienden sus brazos para englobar ciudades-junglas; donde sus habitantes caminan sin ver, donde las relaciones son fragmentarias y complejas.

Lo verde de la vegetación se pierde entre líneas horizontales de cables-metro, ciudad- desierto de voces desamparadas o de histeria colectiva; niños ausentes y juegos sin movimiento, sólo varillas, cemento, graffiti, antenas de televisión y la muerte de la palabra, ojos para qué te quiero, si el color que abunda es el gris; hay de mí.
 
José clemente Orozco por raquel Tibol
Fuente de imagen: http://www.justa.com.mx/?p=23756
Soledad por las calles, desagües, edificios- cactus cual falos que rozan el paraíso; entre líneas verticales se construye mi casa-huevo para cohabitar con el vértigo y el estrés, gusanos metálicos que invaden las profundidades y que sostienen la espalda de mis libretas; relieves urbanos pintan y emulan los colores del arco iris que saltan al día nublado de inmecas en la ciudad más poblada del mundo, ciudad que crece y calla y construye seres invertebrados de gentileza.

La obra de Paloma Torres es un todo erecto, es la ciudad que crece sin mendigar espacio, el espacio se alza al infinito, son los pasos que flotan sobre el acantilado de hierro, y al día crece el número de automóviles como artículo de primera necesidad-extremidad que enarbola el primer mundo de nuestra capital, el auto como unidad social que dirime status y controversias, el ser humano ya no es tan importante, es sólo usuario-constructor de formas y de vicios donde la dualidad abarca el todo: modernidad-primitivismo, demolición-construcción, humanismo-mecanización.

Torres produce su obra en uno de los medios tradicionales, y toma la escultura como práctica contemporánea pertinente para la creación de un mundo que refleja el crecimiento desmedido de la ciudad y la creación de sueños flotantes y de puentes impensables sobre la cabeza de la gente; a esto aúna  materiales y texturas que sirven de fondo para crear el complejo mundo de la ciudad-monstruo, el uso adecuado de los colores dan la sensación de sobriedad y de soledad, la luz y las sombras de la urbe se reflejan limpios en la obra escultórica de esta investigadora de formas.

Paloma torres se descubre como una arquitecta de ciudades-entes que cambian camaleónicamente de piel en cada gesto y gasto partidario, admirar la obra de torres nos ensancha el gusto y la experiencia estética aunado a la poesía del silencio de entonan sus fotografías-modelo que nos llevan en un recorrido a lo caótico y creativo donde el espacio es el contexto del crecimiento que pueden tener las grandes urbes donde abunda la fragmentación de la soledad.

 

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