EL CARNAVAL DE
LA LUCHA LIBRE
Por: Gilberto
González Morán.
A la bruja (ruda
número uno)
Fuente de imagen: imágenes google. |
En el marco de
los colores destellantes de los encapuchados, la exuberantes modelos, los
olores que bañan la arena. Los niños con pancartas admirando a su gladiador
preferido, se estampan, raudas, las emociones. Señores y señoras la lucha libre
comienza a impregnar a los asistentes.
Hoy, gracias a
la televisión la lucha libre se ha convertido en uno de los espectáculos
preferidos por todos los sectores sociales. Si bien es un producto mediático,
también es cierto que es la concentración de una cultura popular y como ya lo
dijo Monsivaís la cultura del pueblo es muy basta y rica en todos sus matices.
La lucha libre
es el carnaval urbano, lo que para la zona mixteca puede ser la representación
del diablo a través de un disfraz de jaguar. aquí en la ciudad se da la
división antagónica del gran mundo dual: el bien y el mal. El bien
representado por el bando técnico y el mal representado por los rudos.
Una vez ya iniciada
la función todo se convierte en teatro,
en performance, donde se ridiculiza esta gran relación antagónica, el bien y el
mal. El rudo acostumbrado a ganar a través de golpes no permitidos para el
espectáculo lejos de representar una crueldad representa la desmitificación del
mismo y es que como lo plantea Giovanni Papini
en su Diablo, la maldad concebida durante en siglos pasados se ha deshechado y
el hombre moderno ha adquirido nuevos paradigmas y que en este caso refleja en
un espectáculo popular.
Ha comenzado la
función los técnicos ganan la primera caída. Una anciana de sesenta y tres años
se levanta y con gestos catárticos levanta la mano para manifestar su desacuerdo
con el referi. La segunda caída toda la gente se vuelca a favor de los rudos,
comienza el festín. Las grandes actuaciones, los trucos para rendir al
contrario la noche comienza a calentarse dentro de la arena, ¡ganan los rudos!
Todo es festejo,
las risas empapadas de cervezas, el olor a tabaco, los niños sacan la máscara y
comienza el golpeteo en el pecho.
Ésta es la
última y nos vamos, los técnicos tienen controlada la lucha, de pronto un rudo
golpea al técnico con un bat, el referi no se percata, comienza el conteo,
tres. La noche es de los rudos todos somos invadidos de felicidad, la anciana
grita de felicidad, el pueblo sana
algunas heridas. Ganaron estos son los mejores.
Al salir una
cemita para los borrachos –con muchas rajas porfa- la función ha terminado. Hemos creado un nuevo
festín de la misma realidad.
Texto publicado en Momento Diario bajo el sello de Óclesis, Víctimas del Artificio.
7 de febrero de 2006.
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