Ingenuo
Por: Hugo
Coronel
Óclesis
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La luz roja ha detenido el tráfico de
esta loca carrera. Ruidos extraños y nocivos se han instalado en nuestras
cabezas. Son enormes cuchillos que cortan en millones de partes la conciencia
integrada por marcas multiformes. Algunos los llaman virtudes. Servando los
suele nombrar a la hora de hacer las cuentas y casi siempre termina prendiendo
veladoras por aquello del viento, por aquello de llegar a casa y tener que
escoger entre tantos dioses y luego decidir cuál es el mejor.
Ya es medio día, él teme por Servando.
Lo ha visto platicar con las estrellas y las sombras de los astros. Ha visto
que barre la calle con el aliento para luego sonreír cada instante como
burlándose de sí mismo; así no más, tranquilamente, muy cínico, atropellando a
quien por el camino se interpone.
¿Realmente le importa? pero si ni la
diosa rubia, aquella de los encantos plateados y sutiles miradas azules, logró
detener la aforada carrera de su propia vida, de esa toma de los demonios que
han superpuesto la nostalgia del mañana por la del ayer, haciendo un licuado
con todos los recuerdos de ella.
Es necio, le he dicho que no, le he
negado la verdad, el amanecer, el pronunciar mi nombre, el abrigar
esperanzas de un mañana, de ser madre, de ser Dios, pero no escucha, no quiere
escuchar. Apenas ha tomado un trago de agua. Toma el agua y la saborea muy
lentamente, deja pasarla con tragos pequeños, sus músculos faciales se mueven
haciendo gestos a causa del sabor de la esperanza disuelta en aquella agua que
bebe, en ella se refleja y puede observar cómo han caído sus cabellos, tan
rizados y grises en elocuentes ideas desde un abrir de ojos después de dormir
por veinte años.
¡Cállate!, ¡no permitiré que me faltes al
respeto! ¿Quién te has creído?, ¿en verdad habías pensado que con unos cuantos
meses podías superar al ángel encantado? Ahora sólo dormirás para ti, para
soñar lo que tú querrás soñar. ¡Pobre de ti!, pobre loco anacoreta. Desafías
las leyes de los que sustentamos el poder, de los que por siglos hemos gobernado
a la humanidad. ¡Nosotros la hemos creado!, ¡entiéndelo!, no podrás hacer nada…
Absolutamente nada…
Abre por favor la ventana, quiero ver
caer la lluvia de estrellas a través de mis vidrios. ¡Pero vaya!, si estás aquí
otra vez. ¿Cuándo te fuiste?, Papá no sabe nada de ti desde que te mataste
aquella mañana. ¿Recuerdas?, en la azotea de Servando, junto con la diosa
rubia, ésa, la que habías soñado, a la que enterraste en el jardín con apenas
dos puños de tierra. Papá está muy furioso contigo, dice que en tres
días será año nuevo y tú no has hecho las maletas. Él se molestará, y yo
también estoy furioso, me compadezco de ti. Ahora qué harás mañana cuando el
sol ya no salga y las tinieblas te consuelen con voz hueca, como las que a ti
no te gustan. Y te ordenen y te ordenen y tengas que obedecer, y obedecer y
obedecer tantas veces que ya no habrá manera de que puedas escapar de los
mancos. Es más, te quedarás a esperar los amaneceres con los ojos cerrados.
Papá está molesto, ¡y sabes!, me ha comentado que
ya no te dejará entrar a casa, que de ahora en adelante sólo podrás ver
televisión desde la capilla donde tus cenizas descansan sobre el
altar mayor. En verdad que lo siento, y te lo digo de corazón, es una verdadera
lástima porque desde ahora en adelante ya no podrás ver tele.
Muy a la medida brother !!!!
ResponderEliminarGracias camarada, en verdad se agradece el comentario.
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