domingo, 5 de mayo de 2013


Sobre la mujer


Jorge Luis Gallegos Vargas
Óclesis

Para hablar de la presencia de la mujer en la sociedad, específicamente en la mexicana, hay que remitirnos al mundo mexica: la sociedad era primordialmente patriarcal; la mujer debía ser dócil; las niñas eran educadas para las labores del hogar; el hombre podía tener varias mujeres, sin embargo, una de ellas era considerada como la esposa legítima.
         A la llegada de los españoles, las indígenas seguían bajo el yugo del hombre, estuvieron condicionadas según al estrato social al que pertenecían: la mujer española tenía que casarse antes de adquirir la mayoría de edad; las mestizas realizaban actividades domésticas y mercantiles; las criollas recibían educación, aunque estaban encargadas de su casa, mientras que las de mayor status social sólo se encargaban de tener una gran descendencia.
         Llegado el siglo XIX la mujer comenzó a trabajar en actividades tales como tortilleras, atoleras, tamaleras, costureras, otras más permanecían supeditadas a las órdenes del hombre. A principios del XX la soldadera fue parte importante de la Revolución; la imagen de la adelita apareció junto a la del hombre de sombrero y bigote. En 1917 la mujer adquiere presencia jurídica, no obstante, fue hasta 1947 cuando participa por primera vez en comicios municipales y en 1953 en los nacionales.
         Así pues, el rol de la mujer ha sido el de la mujer callada, la mujer silenciada, la mujer sumisa, la mujer abnegada, la mujer prostituida, la mujer maltratada, la mujer humillada, la mujer que se tiene que definir a partir de lo ‘otro’, la mujer que es castigada con la menstruación, la mujer que desde niña es mutilada, según de Beauvoir, “por la ausencia de un pene”.
Fuente de imagen:
http://elbloguilla.blogspot.mx/2012_06_01_archive.html       
         La misma Simone dice que el culpable de esta situación de inferioridad es el hombre, ya que ha sido él el que ha organizado a la sociedad. Para la autora existencialista francesa, la mujer es “un falso infinito, se descubre como finitud y mediocridad y al mismo tiempo mentira. En verdad, ella representa lo cotidiano de la vida y es tontería, mezquindad y fastidio”. Y es que la mujer en su afán de ser hombre (entendido como ser humano) se encuentra consigo misma, como un ‘algo’ inferior, como un ‘algo’ que se reprime y es reprimida por la misma sociedad.
         La problemática de la mujer, según la periodista Cecila Loira, tiene que ver “(...) con un asunto de cultura, en las que las mujeres deben cumplir el papel de amas de casa, dependientes económicas, sin una opción y proyecto de vida propios”. Quizá es ella misma la que se reprime por servir al hombre, por servir a sus hijos, siendo quizá la familia la gran causante de que la mujer permanezca reprimida en la sociedad, convirtiéndose la cocina en una forma de vida.
         La también periodista Marta Lamas, dice que “la subordinación de las mujeres parece enfrentarse con algo arcaico e inmodificable”. Hoy día, mientras el feminismo está en boga y se tratan de alcanzar igualdades en todos los aspectos (laborales, sociales, incluso sexuales), la mujer se ha dado cuenta de que sigue sometida a las diferencias biológicas. La misma Lamas asevera que “la diferencia sexual es, y seguirá siendo por algún tiempo, un abismo perturbador entre las mujeres y los hombres”; tal parece que estas discrepancias son y seguirán siendo el tormento de las mujeres.
         Asimismo, aunque actualmente se vocifere que hombres y mujeres son iguales, siguen existiendo mujeres maltratadas mental y físicamente, mujeres que son golpeadas y que, como asegura el periodista y escritor Héctor Aguilar Camín “su golpeador nunca va a cambiar”.
Pero... ¿qué sería del mismo hombre sin la existencia de la mujer? ¿Acaso no es ella la que engendra? ¿No es de ella la culpa de que existan “los machos”? ‘¿Es la mujer una simple máquina de hacer hijos? ¿Es un objeto de placer, un objeto sexual? ¿No es ella víctima de la misoginia y misógina al mismo tiempo?
         Y... ¿qué sería de la mujer si el hombre fuera el humillado, el denigrado, el prostituido? Posiblemente este mundo sería mejor, no lo sé, mi perspectiva de “macho” no concibe esa idea, porque, como dice el escritor Augusto Monterroso, “hay que estar loco para ser mujer.”

Primavera ‘04

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