Venta Nocturna
Por: Hugo Coronel.
Óclesis
Si mañana no despertara y así no tuviera que admirar el
encanto del amanecer en tu regazo y saborear esa seductora fragancia que
endulza mis sabores antes del mismo almuerzo… Si no tuviera que oírte como le
cuentas al viento tus dichas mientras él te mece como la neblina lo hace con la
luz, y sólo viajas y viajas con el tiempo perdido en tu ceño, sin buscar almas
ni cuerpos… Te miro, tus pestañas opacan el brillo del lucero que duerme en la
eterna noche. Mis pensamientos más sagrados se ven amortajados entre tus manos,
ellas me arrancan la piel dejándome indefenso en la tempestad del olvido, en
ese grave olvido que me sabe a miel…
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Fuente de imagen: http://www.ojodigital.com |
Si ahora cerrara
los ojos y jamás mi mirada sintiera el terciopelo de tus párpados, la suavidad
de cada una de las líneas que dibujan tu cuerpo perfecto apenas comparable a la
magia de la misma creación. Si mis palabras se cerraran para siempre y el
silencio agotara el ruido dejándome escuchar tu respiración y tuviera que
conformarme a la ausencia del todo, para luego levantarme en la eternidad con
la piel adormecida por la anestesia de tus besos…
Este dolor
incrédulo me cala los huesos, me obliga a moverme aletargado entre callejones
sin rumbos, entre extintos tranvías agotados por el miedo, en hojas de cera
recubiertas con el amasijo de las lágrimas del frío… Si no tuvieras que
permanecer inmóvil, y yo no me diera cuenta de la cifra que equivale a lo
eterno, de la forma de las cúpulas en tus pechos, en esos labios que me gritan
tu recuerdo en cada sombra en donde la luz existe, en donde los orgasmos se
convierten en celos y asesinan a la sangre, y entonces desear estar vivo y no
dormir inconsciente, atrapado en este cuerpo, en este envase que me amenaza con
apagar la luz y dejarme solo en el universo…
Y luego, y luego
encontrarte sonriendo para todos, enseñando las piernas y los brazos, los
muslos y los dedos, dejándote mirar por todos, luciendo para todos… Pero
callas, sólo tu sonrisa me estrella la cara, tus manos no me dicen nada. Te
miro, tu rostro me devuelve el recuerda del precio, siempre ese precio frío… Si
tan sólo pudiera...
Soberbiamente fetichistico ... ahora sí, cuando el deseo se impregna, hace ósmosis, con el fetiche de la mercancía
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