miércoles, 1 de enero de 2014

Venta Nocturna

Por: Hugo Coronel.
Óclesis


Si mañana no despertara y así no tuviera que admirar el encanto del amanecer en tu regazo y saborear esa seductora fragancia que endulza mis sabores antes del mismo almuerzo… Si no tuviera que oírte como le cuentas al viento tus dichas mientras él te mece como la neblina lo hace con la luz, y sólo viajas y viajas con el tiempo perdido en tu ceño, sin buscar almas ni cuerpos… Te miro, tus pestañas opacan el brillo del lucero que duerme en la eterna noche. Mis pensamientos más sagrados se ven amortajados entre tus manos, ellas me arrancan la piel dejándome indefenso en la tempestad del olvido, en ese grave olvido que me sabe a miel…
Fuente de imagen:
http://www.ojodigital.com
Si ahora cerrara los ojos y jamás mi mirada sintiera el terciopelo de tus párpados, la suavidad de cada una de las líneas que dibujan tu cuerpo perfecto apenas comparable a la magia de la misma creación. Si mis palabras se cerraran para siempre y el silencio agotara el ruido dejándome escuchar tu respiración y tuviera que conformarme a la ausencia del todo, para luego levantarme en la eternidad con la piel adormecida por la anestesia de tus besos…
Este dolor incrédulo me cala los huesos, me obliga a moverme aletargado entre callejones sin rumbos, entre extintos tranvías agotados por el miedo, en hojas de cera recubiertas con el amasijo de las lágrimas del frío… Si no tuvieras que permanecer inmóvil, y yo no me diera cuenta de la cifra que equivale a lo eterno, de la forma de las cúpulas en tus pechos, en esos labios que me gritan tu recuerdo en cada sombra en donde la luz existe, en donde los orgasmos se convierten en celos y asesinan a la sangre, y entonces desear estar vivo y no dormir inconsciente, atrapado en este cuerpo, en este envase que me amenaza con apagar la luz y dejarme solo en el universo…
Y luego, y luego encontrarte sonriendo para todos, enseñando las piernas y los brazos, los muslos y los dedos, dejándote mirar por todos, luciendo para todos… Pero callas, sólo tu sonrisa me estrella la cara, tus manos no me dicen nada. Te miro, tu rostro me devuelve el recuerda del precio, siempre ese precio frío… Si tan sólo pudiera...

¡Salvador!, ¡Salvador!, ¡termina ya de vestir el maniquí y enciende las luces! En diez minutos abrimos la tienda.

1 comentario:

  1. Soberbiamente fetichistico ... ahora sí, cuando el deseo se impregna, hace ósmosis, con el fetiche de la mercancía

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