viernes, 12 de octubre de 2012


Literatura de la Onda

Por. Jorge Luis Gallegos.

Óclesis

 

El movimiento estudiantil de 1968, reprimido con violencia extrema, dejó entrever la naturaleza autoritaria del gobierno mexicano, que en aquel entonces, era presidido por Gustavo Díaz Ordaz; la violencia, la matanza y los hechos ocurridos hacia el dos de octubre, en la plazuela de Tlatelolco, dejó huella en la juventud, que tenían la firme convicción de que no era necesario recurrir a la violencia para tener un cambio.
José Agustín asegura que “muchos jóvenes no se animaban a ir tan lejos, consciente o inconscientemente simpatizaron con la rebelión pacífica y, sin llegar a tomar religiosamente los postulados básicos de la sicodelia, adoptaron muchos rangos de la contracultura, especialmente, en el pelo, el atuendo y en el lenguaje”.
Los jipis dejaron de ser testigos mudos de éste mundo y se volcaron a un movimiento con conciencia social: la sicodelia y  con ésta la onda. Para los jóvenes de los sesentas la onda no era más que el fluir de la energía como una vía de comunicación que los hermanaba con un solo fin: el amor y la paz.
Fuente de imagen:
http://dieumsnh.qfb.umich.mx/alarmasydistracciones/intro.htm
Carlos Mosiváis afirma: “La onda es el primer movimiento del México contemporáneo que se rehúsa y nos revela con elocuencia la extinción de una hegemonía cultural. Tal hegemonía se surte, en términos generales, en una visión gubernamental de la Revolución Mexicana y se concreta en el impulso nacionalista. Los pecados de concepción se pagan: el nacionalismo cultural que  conocemos se impuso desde arriba, fue consigna de unificación, vínculo contraído por decreto”. 
La palabra onda adquiere una amplia gama de significaciones: ‘onda’ podía representar cualquier cosa. Así pues, en la literatura la ‘onda’ surge como una tendencia literaria en donde se pretendía tener un resquebrajamiento con la literatura tradicional: la cual únicamente se habían dedicado a reflejar el mundo de los adultos.
Margo Glantz, fue el encargado de bautizar a las producciones juveniles de los años sesenta y setenta como ‘literatura de la onda”, encabezado por José Agustín, Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña. Fue denominada así por el léxico utilizado por los adolescentes que utilizaban frases tales como: qué onda, agarra la onda, estás fuera de onda, entre muchas otras.
Los jóvenes sesenteros, dedicacos a hacer literatura, reflejaban lo auténtico, lo irónico, lo fresco, lo irreverente, el buen humor. Para José Agustín la literatura de los años sesenta “significó un concepto distinto de la literatura, pues la densidad literaria se daba a frases del uso de un lenguaje coloquial y de numerosos juegos de palabras, de invención y declinación de términos, y, sobre todas las cosas, en un uso estratégico de elementos de la realidad cotidiana combinado con situaciones y personajes enteramente ficticios e incluso improbables desde un patrón realista”.
Cuatro libros son los que abrieron el camino para los jóvenes creadores: “La Tumba” (1964) y “De perfil” (1966) de José Agustín, “Gazapo” (1965) de Gustavo Sainz y “Pasto verde” (1968) de Parménides García Saldaña.
El principal legado de este tipo de literatura fue el que los jóvenes pudieron ser los principales protagonistas de la obra: se reunían en cafeterías para hablar de rock, amores, películas, mentarse la madre, drogarse, protestar contra las grandes instituciones: la familia, el gobierno y la Iglesia.

 

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