Por: Isis
Samaniego
Óclesis
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Fuente de imagen: http://www.esteticas.unam.mx/revista_imagenes/rastros/ras_soriano10.html |
Conocí a Soriano
en la XVI edición del festival
del centro histórico de la
Ciudad de México, estaba cumpliendo ochenta años y lo
celebraban con una muestra de diez obras monumentales en la plaza de la
constitución. Obra totalmente mexicana; cada artista en el transcurso de su
vida deja algo para los nuevos, para quienes andamos en la búsqueda de identidad pictórica. Recuerdo me dijo - ¿pintas? Sí maestro,
pinto. ¿Como ve?: con esa sonrisa pícara y sus ojitos punzantes me dijo, esto
es disciplina, no te conformes con empezar una obra, termínala una y otra vez
hasta que estés satisfecho de ella.
Ahora sé que la madurez no se alcanza con la edad sino con el trabajo,
eso es lo que Juan Soriano hizo a lo largo de sus ochenta y seis años.
Modelador incansable de la plastilina cuando niño,
modelador ejemplar en su joven vejez, con un idioma sencillo para decirnos que
el mundo lo habitamos todos, pero que se puebla también de animales mágicos, de
signos, de amores ígneos, de grandes amigos y de trabajo.
La obra de soriano
es una obra comprensible que se destaca por su sencillez, por los azules del
que sueña, por los ocres del que ama. Gracias por haberme dado el saludo y el
consejo, y saber que las manos tienen que aprender a sentir los colores y las formas de la vida
cotidiana. Un adiós y un saludo al maestro que yo imagino está entre esos a
quienes los dioses han favorecido con el don de las musas.
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