lunes, 1 de octubre de 2012


 
Apelación

Por: Hugo López Coronel

Óclesis


Fuente de imagen:
http://blogeartemadrid.blogspot.mx/2009_03_01_archive.html
 

Es necesario, a veces, encontrar compañía.
Amigo, no es posible ni nacer ni morir
sino con otro. Es bueno
que la amistad le quite
al trabajo esa cara de castigo
y a la alegría ese aire ilícito de robo.

¿Cómo podrás estar solo a la hora
completa, en que las cosas y tú hablan y hablan,
hasta el amanecer?
Rosario Castellanos

 
Convirtió con sus dedos al pan en unas finas migajas, las que arrojaba a los pies de las ramas de los jacales hechos en las hojas secas de aire denso muy arriba de su cabeza. Por instantes daba tragos grandes a la taza de té caliente, ponía sus ojos como regalo a la luz del cielo y ahí miraba pasar a los albatros juguetones del mar sin rostro.

Volvía al ejercicio manual transformando tres o cuatro piezas sin la prisa del tiempo, ya sin tener que formar largas filas para la compra o para la venta; ya daba lo mismo. Entonces cogió nuevamente aquella carta. Aún no olvidaba su nombre, aún tenía la satisfacción de recordar su pasado. Empezó por repasar las líneas:

“Cuando leo esto debo reflexionar mucho, pero no como un excéntrico físico matemático pidiendo papas fritas sin catsup para ahorrarse la desgracia, para no ser como un antibiótico para las venas contagiadas de los que ya no rezan, o un exquisito sociólogo que se filtra por pasarelas, investigando la vida de viudas salteras que ya se cotizan en la bolsa de valores en Wall Street, o en uno de los mejores tugurios de mala muerte en alguna de esas colonias agazapadas de lo que llaman desarrollo social. ¿Qué es lo que pasa por la mente de aquellos que cerramos los ojos para dormir despiertos, sin poder negar la suculenta traición del mismo ser humano contra el otro ser humano, negando su propia verdad?”.

Cerró los ojos, las lágrimas empezaron a amotinarse y la garganta se cerraba no dejando pasar el aire. Reclinó su cabeza mientras las ideas bailaban muy adentro de él, escribiendo notas en todos sus recuerdos. Permaneció algunos minutos en silencio.

Se incorpora y con acento taciturno continúa leyendo: “Caramba, felicito a Dios por darle a los animales el instinto materno y al hombre la razón. Seamos pedazos de hielo flotantes en aguas negras de conciencia; estos ciegos necios que usan gafas para ocultar las lágrimas del desprecio por quienes cantan a la alegría, en tanto que el trinar de las vacas en campos verdes de algodón parecen ser los únicos seres vivos”.

Cerró con todas sus fuerzas aquella hoja, su sangre bombeaba más de lo habitual, se sobrecogió en los tantos pensamientos apegados a las yemas de sus dedos; queriendo decir ya nada se amarró las manos a la cabeza para acostarse a tomar el sol.

Las cortinas ceden dejando pasar la luz. Una voz dulce se oye en la habitación.

Muy bien Adolfo, muy bien. Recuerda que habrá que crear una realidad alterna que pretenda ser más humana que la que vivimos. Sembremos un poco de pasto en nuestros jardines para poder admirar la escarcha congelada de los fríos veranos de nuestros días. Pero mientras, debes tomar tu medicina, te sentirás mejor. La hora de visita vuela y tu familia espera ya en la sala. 

1 comentario:

  1. Me gusta mucho el texto. Siempre despierta mayor inquietud las preguntas que la respuestas: ¿Qué es lo que pasa por la mente cuando cerramos los ojos para dormir despiertos?

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