lunes, 8 de octubre de 2012


Los hilitos del corazón

 Por: Alfredo Jiménez Fernández

Nos vamos formando y confirmando de todos y de todo. Mi corazón sintió el repentino jalón de los hilitos que tendió mi abuela, sin proponérselo, cuando aprendía una lengua extranjera, y me preguntaba con ese tirar de hilitos ¿por qué no había aprendido la lengua de mi abuela? Ella y mi abuelo llegaron desde la huasteca hasta el estado de Veracruz con el reparto de tierras. Ninguno de sus hijos aprendió el náhuatl.


Fuente de imagen: http://www.arqueomex.com/S2N3nMito91.html
Quise desesperadamente aprovechar cualquier oportunidad que se presentara para aprender el náhuatl. Empecé algún curso por aquí, algún curso por allá. Cuando vaya a mi pueblo quiero decirle a mi abuela que quiero aprender su lengua, y que la estoy estudiando.  Pensaba mientras trataba de aprender un poco en las casas de cultura que difundían algún curso, o en cursos extracurriculares de la universidad.

Por razones económicas y confusiones existenciales tuve que quedarme en la cuidad buscando respuestas mientras avanzaba poco a poco en mis estudios. Después me pesaría en el corazón ese tiempo, casi dos años sin ir a mi pueblo. Cuando me enteré que mi abuela había muerto ya habían pasado quince días. Quise reprocharle a mi madre, pero el único culpable de no haber ido antes era yo. Y me dolió tanto perder a mi abuela sin haber podido llegar a decirle que estaba aprendiendo su lengua.

El dolor me entumeció la existencia, quizás días, quizás meses. Pero mi interés por ver hacia mis orígenes no decreció.

Desafortunadamente a veces por razones de trabajo, a veces por falta de tiempo y otras veces por falta de dinero ha sido  difícil dedicarle el espacio y el tiempo que quisiera para aprender esa lengua de mi abuela, de mis abuelos. Pero al menos he tendido en mi corazón hilos que conectan mi existencia hacia mi pasado que se vuelve presenté en mí. No el presenté que quisiera, hablando la lengua náhuatl pero al menos añorando cada día aprender un poco más de aquel origen mío. NUESTRO para muchos de nosotros.

 Las enseñanzas de mis abuelos

Mis abuelos eran estrictos. Pero conservo en la memoria sus enseñanzas, que considero muy positivas. Mi abuela, cada vez que comíamos nos decía, a mí y a mi hermana que teníamos que lavar nuestros platos. Así se me hizo costumbre no dejar nada para después… Crecimos al lado de los abuelos. Y eso es parte de mi niñez.

Cuando nos mandaban a comprar teníamos que regresar rápido, porque sino, nos daban una buena regañiza. Y todos esos pequeños detalles que afortunadamente los vi como algo positivo, fueron formando poco a poco mi vida.

Desafortunadamente no nos hablaba en su lengua. No puedo imaginar como afectó sus vidas el haber salido de la huasteca. Pero quizás era la época y el nuevo lugar que renacía con el nombre muy mexicano de ‘La Guadalupe’ que les había exigido un nuevo cambio en sus vidas.

Mi abuelo estaba menos en casa, salía temprano y regresaba hasta el anochecer. Pero recuerdo su humor negro mientras nos contaba cuentos o chistes, a veces, cuando nos encontrábamos toda la familia tomando el fresco de la tarde o en fiestas.  Contaba cosas como un tipo que decide dejar de fumar y ahorra todo ese dinero. Al cabo de unos años con ese dinero construyó su casa. Como era de los ahorros de haber dejado de fumar, se le quemó la casa. Y terminando de contar esto se reía a carcajadas. Quizás pensaba que ¿para qué dejar de fumar? Y seguía fumando su puro. Toda su vida fumó puros que el se preparaba. O aquél que enfermo en el hospital se saca la lotería y el doctor no sabe como darle la noticia. ‘Si se secara la lotería, ¿Qué haría usted?’ Le pregunta el doctor. Y le contesta que le regalaría la mitad a usted. Y se muere el doctor de la emoción.

Así eran mis abuelos. Los últimos años vivieron juntos, pero separados. Es decir, cada quien en su cuarto. Pero cuando la abuela murió, el abuelo se puso triste. Sin embargo, tardo algunos años en alcanzarla.

Huehuetla, Puebla. A 11 de junio de 2007.

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