miércoles, 31 de octubre de 2012


Si el diablo criara rosas

Por: Jorge Cabrera
Óclesis
“Esta es la vida más extraña que he conocido”.
Jim Morrison

A veces cuando no podía escribir, sencillamente ocurría porque sólo podía cachar las ideas que aparecían como un destello azul en una soledad desértica, justamente cuando tenía la luz del ordenador de fogata frente a mí de noche, frío ese octubre. Estaba condenado a escribir sólo las frases que me venían cuando estaba en cama, lo que llegaba en mis andanzas por la gran cama del mundo exterior estaba condenado a perderse. Supongo que de alguna manera pero se acaba por llegar a un momento en el que prefieres olvidar los buenos tiempos, porque generalmente están mezclados con los malos en el recuerdo. La banda sonora de mis buenos tiempos incluía a los Doors, seguro que los conoces; buenas canciones, suficiente actitud y una pizca de ese brillo misterioso, entre divino y diabólico, que tienen los rostros y las imágenes evocadoras de los que han ido al cielo y traído un poco a la tierra.
La primera vez dura un instante, la sensación de la primera vez que escuchas una canción que se te sube por el espíritu hasta el alma donde estalla en un vértigo de dulce muerte, entre el puerto del tálamo y la playa cardiovascular. Es a partir de ello que se va tejiendo el cosmos de figuras y sombras que desprende una canción en contacto con las almas de los mortales. Es entonces cuando entiendes con un golpe de sangre, cómo de éxtasis, porqué tal o cual nombre o duración de la pista ha perdurado en el tiempo y marcando a cada generación en una porción suficiente como para hablar de la música como un artista en sí mismo, que pinta su partitura y sangra sus notas en el pentagrama que es la humanidad; en realidad es así como funciona. Los planos de dios tienen trazos diabólicos ¿Ya no te acuerdas de “Waiting for the Sun”...? ¿Unhappy girl?


Las viejas canciones tienen esa sombra sonora que es la magia del pasado, y entonces crees comprender con el triste aire nocturno de una ocasión incierta y lúgubre de pronto, por qué tal o cual canción significó tanto para quienes la oyeron nacer, Quizá hasta te atrevas a pensar que compartes el sentimiento de esa primera primera vez, el mismo estallido emocional pero en forma de universo, cuando la primera clave de sol fue trazada en el pentagrama humano con una violenta caricia de lo que se sabe y se saborea con la percepción por primera vez. Te concentras en las notas, en el fondo de las notas, en las manos golpeando el teclado precisa y perfectamente para obtener esa combinación de notas y ritmos que colorea un tiempo ido y un espacio perdido, que evoca panoramas y pasajeros: emoción, episodios claros, rostros vagos, estampas caleidoscópicas, y después que la percusión y el rasgueo llegan a esa parte que podrías repetir por siempre, comprendes algo más.
Comprendes que no hay manera de saber y saborear ese estallido emocional primigenio que acompaña el nacimiento a la consciencia colectiva de ese brillante momento sonoro que es como un manotazo en el balón del mundo para que siga girando, sostenido por el dedo de dios. No, lo que sintieron quienes estuvieron presentes en el momento preciso del alumbramiento musical, lo guardan tan celosamente como el tiempo mismo que se queda girando solamente en el recuerdo y por lo demás desaparece una vez que pasa; no alcanzan a compartir con sus groseras descripciones y sus petulantes charlas de ojos brillantes y ademanes de entusiasmo que quema el cuerpo desde dentro como una llama blanca. No, no hay manera. La única esperanza, el único refugio del legatario, el único regocijo de quien se limita a recibir en herencia de manos del tiempo el eco pretérito en forma de canción, en forma de larga duración y de sencillo, tocándonos el alma tímida pero firmemente, por primera vez, que en realidad es una última vez. Cada vez es una última vez.

Posdata. Alguna vez ellos también morirán, como mueren todas las cosas, ¿Qué pasará cuando mueran todos, cuando no quede nadie de los primeros espectadores? Quizá entonces la música termine, cuando la música termine sólo cierra la puerta.

“El futuro es incierto y el final está siempre cerca”.
Ídem

Hijos del por cierto
Firmamento rosa
Así funciona el mundo
Primaria
Santa Lucía
Viva mañana
Sol asesino
Atropellado
Esperándote...
Cierra la puerta.
Apaga la luz
sabad puebla
domingo pueblo
el # 11

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