miércoles, 10 de octubre de 2012


También otra versión de Óclesis,
Víctimas del Artificio


Por: Hugo López Coronel

 
El olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda.
En el fondo el olvido es un gran simulacro,
nadie sabe ni puede aunque quiera olvidar…

Jorge Luis Borges

 
Imagen original de Esmeralda Ruiz Arana. Colaboración para la Revista Óclesis 7
 
Resulta un encanto lacónico que cada ser humano que haya andado tal o cual sendero en la vida, encuentre, en el arte de escribirse, la paradoja de lo que ha sido. Bien se ha dicho que la función profunda de la lengua es hacer surgir una representación, entonces la lengua es la referencia instaurada por lo humano, en donde los conceptos que se comunican son las referencias de un tiempo y un espacio, porque llamamos mundo a la existencia, existencia aprehendida desde la experiencia propia. Las visiones del mundo, es decir, los artificios con los que materializamos la llamada “realidad”, son posiciones de voluntad que se basan en decisiones existenciales. Esto significa que el mismo existencialismo, como método de auto reconocimiento, permea la construcción crítica de lo que somos: Artificio que nos inscribe.
 
En el año 2004, un grupo de viandantes de la sombra del Yoloxóchitl elucubraron en su imaginario la posibilidad de ser un espacio ¿literario?, ¿artístico?, ¿académico? Quizá esta triada subyacía como suspiro que quedó envuelto, primero, en puestas en escena que buscaron entender lo efímero desde el inconsciente: el teatro como acto de expresión fue nuestra primera manifestación; segundo, la búsqueda de la categoría nominal, como hábito en costumbre de tantas generaciones a cuestas, que nos configurara en el escenario como “entes envenenados de su propio discurso”.
Así, encontramos en la idea de la seducción de la enfermedad causada por la aglomeración de la gente a Óclesis, Víctimas del Artificio. Flor García, Gilberto González, Miguel Ángel Vega, Patricio Cruz, Karina Fascinetto, Conrado Zepeda y Hugo Coronel anunciaron el nacimiento de la primera publicación de Óclesis. Como parte de su propio proceso, algunos dejarían el grupo y otros más se integrarían: Isis Samaniego, Jorge Luis Gallegos, Montserrat Morales, Estephani Granda, Cinthia Bautista, Armando Maldonado, Víctor Anzaldo, Luis Miguel Montes, Benjamín Lezama y Francisco Echeverría sumarían sus ecos al artificio oclético. En últimos tiempos las colaboraciones de Noé Cano, Francisco Nocedal, Carlos Cid, Jorge Cabrera y Alan Gonzaga se han sumado.  
A lo largo de seis publicaciones, a título de Óclesis, Víctimas del Artificio, los nombres de Isis Samaniego, Tirsso Castañeda, Ulises Bernal, Guillermo Vázquez, Gustavo Mora y Victoria Ciézar ilustraron, con su obra plástica, las páginas de cada número, respectivamente. Así mismo, colaboraciones literarias de Eduardo Montagner, Rodrigo Durana, Yussel Dardón, Fernando Morales, Víctor García, Martha Ordaz, por mencionar algunos, nos sumergirían en el mar pautado poeta, la silueta del telón se abrió para seguir navegando sobre algunos imprescindibles parámetros a manera de formar lazos con la creación y convertir las diferencias en letras -lo hubimos escrito-.

A ocho años de distancia, nuestro artificio aún supone el reconocimiento del otro, como autenticidad única que explosiona de las convicciones de quienes nos reconocemos individuos en la necesidad de expresar, con el sin embargo, de la insistencia obstinada de la opresión social de la que cada uno es presente. Los tiempos de tantos tiempos de la memoria nos llaman a la solidaridad de la crítica; la realidad se difumina cuando olvidamos que la memoria simula ser amnésica, y, como una voz en Óclesis dijo, “el arte es igualmente un trabajo y no una manifestación cada vez menos escampada de sociedades en constante búsqueda introspectiva; valorémoslo como fomento de la conciencia o como proyecto de investigación o como sea: es más necesario que nunca”.
 

Valle de la Cuetlaxcoapan, Puebla. Septiembre de 2012.

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