También
otra versión de Óclesis,
Víctimas del Artificio
Por: Hugo López Coronel
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda.
En el fondo el olvido es un gran simulacro,
nadie sabe ni puede aunque quiera olvidar…
Jorge Luis Borges
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Imagen original de Esmeralda Ruiz Arana. Colaboración para la Revista Óclesis 7 |
Resulta un encanto lacónico que cada ser humano que haya
andado tal o cual sendero en la vida, encuentre, en el arte de escribirse, la
paradoja de lo que ha sido. Bien se ha dicho que la función profunda de la lengua
es hacer surgir una representación, entonces la lengua es la referencia
instaurada por lo humano, en donde los conceptos que se comunican son las
referencias de un tiempo y un espacio, porque llamamos mundo a la existencia,
existencia aprehendida desde la experiencia propia. Las visiones del mundo, es
decir, los artificios con los que materializamos la llamada “realidad”, son
posiciones de voluntad que se basan en decisiones existenciales. Esto significa
que el mismo existencialismo, como método de auto reconocimiento, permea la
construcción crítica de lo que somos: Artificio que nos inscribe.
En el año
2004, un grupo de viandantes de la sombra del Yoloxóchitl elucubraron en su
imaginario la posibilidad de ser un espacio ¿literario?, ¿artístico?, ¿académico?
Quizá esta triada subyacía como suspiro que quedó envuelto, primero, en puestas
en escena que buscaron entender lo efímero desde el inconsciente: el teatro
como acto de expresión fue nuestra primera manifestación; segundo, la búsqueda
de la categoría nominal, como hábito en costumbre de tantas generaciones a
cuestas, que nos configurara en el escenario como “entes envenenados de su
propio discurso”.
Así, encontramos en
la idea de la seducción de la enfermedad causada por la aglomeración de la
gente a Óclesis, Víctimas del Artificio. Flor García, Gilberto González, Miguel
Ángel Vega, Patricio Cruz, Karina Fascinetto, Conrado Zepeda y Hugo Coronel
anunciaron el nacimiento de la primera publicación de Óclesis. Como parte de su
propio proceso, algunos dejarían el grupo y otros más se integrarían: Isis
Samaniego, Jorge Luis Gallegos, Montserrat Morales, Estephani Granda, Cinthia
Bautista, Armando Maldonado, Víctor Anzaldo, Luis Miguel Montes, Benjamín
Lezama y Francisco Echeverría sumarían sus ecos al artificio oclético. En
últimos tiempos las colaboraciones de Noé Cano, Francisco Nocedal, Carlos Cid,
Jorge Cabrera y Alan Gonzaga se han sumado.
A lo largo de
seis publicaciones, a título de Óclesis, Víctimas del Artificio, los nombres de
Isis Samaniego, Tirsso Castañeda, Ulises Bernal, Guillermo Vázquez, Gustavo
Mora y Victoria Ciézar ilustraron, con su obra plástica, las páginas de cada
número, respectivamente. Así mismo, colaboraciones literarias de Eduardo
Montagner, Rodrigo Durana, Yussel Dardón, Fernando Morales, Víctor García,
Martha Ordaz, por mencionar algunos, nos sumergirían en el mar pautado poeta, la silueta del telón se abrió para seguir
navegando sobre algunos imprescindibles
parámetros a manera de formar lazos con la creación y convertir las diferencias
en letras -lo hubimos escrito-.
A ocho años de
distancia, nuestro artificio aún supone el reconocimiento del otro, como
autenticidad única que explosiona de las convicciones de quienes nos
reconocemos individuos en la necesidad de expresar, con el sin embargo, de la
insistencia obstinada de la opresión social de la que cada uno es presente. Los
tiempos de tantos tiempos de la memoria nos llaman a la solidaridad de la
crítica; la realidad se difumina cuando olvidamos que la memoria simula ser amnésica,
y, como una voz en Óclesis dijo, “el arte es igualmente un trabajo y no una
manifestación cada vez menos escampada de sociedades en constante búsqueda
introspectiva; valorémoslo como fomento de la conciencia o como proyecto de
investigación o como sea: es más necesario que nunca”.
Valle de la
Cuetlaxcoapan, Puebla. Septiembre de 2012.
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