viernes, 20 de julio de 2012

El Albur: Un artilugio único en la Cultura Mexicana

Por: Fernando Méndez Sánchez

Óclesis

México es figurativa y culturalmente un panóptico. Sin importar que seas nacional o extranjero, mujer u hombre, niño, adolescente o adulto, tendrás frente a ti en todo momento, una serie interminable de colores, sonidos y pensamientos de los que difícilmente puedes evadirte y que inundan tu mente, creando simple y llanamente a… un mexicano.
México muta de celebración a celebración, viste el blanco de lo teológico en cada fiesta religiosa, pero viste el purpura y negro de lo pagano en cada noche de muertos. Puedes encontrar rasgos del uso más bello de la palabra en varios de nuestros escritores, pero que se ve mezclado en nuestra cultura con lo demagógico y cantinflesco de nuestra política, pero es precisamente en nuestro lenguaje donde se encuentra un código que raya en lo secreto, lo común, lo abierto y lo hermético: el albur. El diccionario de la Real Academia, lo define de manera simple y común como juego de palabras en doble sentido, lo que si bien puede ser cierto, le falta profundidad a un artilugio tan peculiar y de tanta historia como es el mismo albur.
El albur surge en la colonia, en donde el mal denominado indio y el mestizo, víctimas de la censura que acompaña siempre a las religiones judeo-cristianas, crean un lenguaje, en el que la hermenéutica se usa para descifrar o encubrir de manera rápida, el ataque sexual implícito que lleva en su mensaje. Y es sin duda alguna un artilugio, ¿por qué? Por que como todo artilugio se trata de un mecanismo, de un artefacto que implica cierta complicación. Alburear a alguien requiere de ingenio y una cierta dosis de sarcasmo cruel pero refinado.
Durante mucho tiempo, se consideró que el albur no era otra cosa que grosería, uso de palabras altisonantes, pero nada más alejado de la realidad. El albur, como ya se mencionó, es un artilugio y por ende un artefacto, no una simple palabra mal aplicada.
Cuando analizamos el artilugio llamado albur, es sorprende encontrar determinadas reglas en principio no escritas, que debes seguir para mantenerte como alburero y no caer en la figura del albureado, en otras palabras luchas por violar lingüísticamente a tu oponente antes de que él lo logre contigo, pero en una arena normativa perfectamente delimitada .
Dentro de estas reglas está la primera que diferencia a esta figura como un artilugio y no como vana grosería: ¡Nunca puedes insultar directamente a quien buscas alburear! Por lo tanto, no puedes hacer más que pensar y actuar con una rapidez que no supere apenas unos segundos, para descifrar lo que el contrario dijo y revertirle rápidamente su ataque en una contestación mordaz y con fuerte carga sexual. Y a tal grado este artilugio juega su carta de artefacto, que convierte el idioma mismo, cambiando acentos y vocablos, de tal suerte que los mismos hagan referencia misma a un situación que nada tiene que ver con lo que pasa, pero que con un poco de calenturienta hermenéutica mexicana, descifras en una certera violación a tu amor propio y entonces ¡atacas!
“¡Olé, Olé, Melano!”
"¡Saco, revoloteo y ataco!”
“¡Te embodego y te empetaco!”

El albur es un grito de guerra mexicano, un código secreto que pertenece a nuestra cultura y que no le abandona, por ser nuestra cultura, o mejor dicho el artilugio lingüístico de nuestra cultura.

foto extraída de www.taringa.net

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