Por: Jorge Luis
Gallegos Vargas.
Óclesis.
¿Qué película es? ¡Adivina! ¿Quieres una
pista? Si no adivinas tendrás que cumplir una penitencia. Ahí te va: si
conjuntas cine de Hollywood y francés de los años treinta y cine de la nueva
ola francesa de los años cincuenta y sesenta, le añades una banda sonora que
oscila entre jazz de los treinta y rock de finales de los sesenta, agregas un
poco de fantasía con realidad, obtienes... ¿Aún no sabes de qué película se
trata?
Los soñadores (The dreamers) dirigida por
Bernardo Bertolucci, es una coproducción Italia-Francia-Reino Unido; esta
historia se enfrasca en los problemas políticos que aquejaban a Francia y a
Europa en 1968. Los padres de los gemelos siameses Isabell y Theo salen de
viaje, por lo que invitan a su casa a vivir al estadounidense Mathew. Estos
tres jóvenes se entregarán al despertar sexual, a su libre albedrío, a una
relación incestuosa y a un juego de emociones que los arrastra a un callejón
sin salida.
Los
soñadores es, sin duda alguna, una especie de hilo que se va entretejiendo
poco a poco hasta conformar una red, una red de metadiscursos que se convierten
en discursos en la medida en la que se hacen partícipes de la trama de la
película. Al hablar de metadiscursos me refiero a todas aquellas reminiscencias
que se hacen del cine hollywoodense y francés, que conservan su significación y
que se resemantizan al incluirse en este nuevo discurso, es decir, todas
aquellas películas citadas como La reina Cristina, Sombrero de copa, Asalto
frustado, por nombrar sólo algunas, son tomadas por Los soñadores para
construirse a sí misma, para explicarse, para justificarse.
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Imagen tomada de: http://foro.argenteam.net/viewtopic.php?t=35100 |
Asimismo,
este filme juega con la dicotomía realidad-sueño. A simple vista uno se puede
percatar de cuándo está en juego la realidad y cuándo se está del otro lado.
Theo e Isabelle, representan esa parte del sueño, de lo ireal, de lo
imaginario, de lo inventado, lo inverosímil, mientras que Mathew representa al
otro ente: la verosimilitud.
Enfrascados en una
realidad construida, Theo e Isabelle recurren al cine para evadir su realidad,
logrando permear el mundo que los rodea de fantasía. Ellos hacen de su vida una película... la
película es su vida, transformando su cinefilia en una forma de subsistir, en
una forma de evadir los problemas en los que se encuentran inmersos, en una
forma de hacer que todo de pronto encaje. No obstante, Robin, el padre de los
siameses, también representa esa misma parte soñadora: la poesía lo ayuda a
crear y recrear un mundo real que es inexistente.
Mathew representa
la contraparte: la realidad. Aunque Mathew se involucra de manera directa con
los personajes que crean su mundo, él nunca pierde esa cordura; el cine no lo
hace enloquecer. Él representa esa parte vouyerista que cada uno de
nosotros posee, esa parte de espectador de cualquier obra de arte que se puede
involucra con él, pero que no lo rebasa. Aquí quizá quepa hacer una analogía
para hacer más explícito este punto: nosotros como espectadores de este filme
podemos verlo, analizarlo, sentir y vibrar con él, sin embargo, no podemos
hacernos partícipe de él, como un personaje más, porque no los somos. Así pues,
Mathew es un personaje que convive con en mundo de Isabelle y Theo, que se
involucra, pero que jamás se vuelve parte de él al cien por ciento.
Otro elemento que
es de suma importancia dentro de la película y que nos hace situarnos en la
realidad y la fantasía es la música. Al intentarnos situarnos en ese mundo
ficcionalizado, creado por Isabelle y Theo, podemos apreciar Jazz: música
característica de los años treinta; mientras que para situarnos en la realidad
escuchamos a Jimmy Hendrix, Janis Joplin, The Doors, quienes además fueron
portadores de la revolución sexual de los años sesenta y setenta, recordando
que éste es uno de los temas centrales de la obra. Sin embargo, en la música se
presenta una situación antitética, tomando como ejemplo la siguiente acción:
cuando se presenta el enfrentamiento entre policías y estudiantes en calles
parisinas, y que representa la confrontación entre el mundo ficcionalizado y el
real, podemos escuchar, si mis conocimientos musicales no fallan, la voz más
representativa de París de los años treinta y cuarenta: Edith Piaf, cortando
con la lógica presentada en el transcurso del filme.
Además, no es gratuita que la película
se haya rodado en París, ya que para hablar de cine y de una película que se
fundamenta en él, es necesario remitirse a la ciudad que lo vio nacer en 1894,
con los hermanos Lumière, otorgándole un elemento místico al filme.
Cuando
los sueños se confunden con la realidad, cuando la realidad se confunde con los
sueños, es la película Los soñadores de Bertolucci la encargada de
fundir y casar ambos elementos para dar como resultado una película de calidad,
dejándonos como gran penitencia un buen sabor de boca.
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