FILOSOFÍA-HISTORIA,
PUNTO DE APOYO
ENTRE LA VERDAD
Y EL ALMACÉN DE ERRORES
Por: Noé Cano Vargas
Óclesis
La
metafísica y la gnoseología elaborada por José Ortega y Gasset no es un corpus
sistemático, más bien se trata de un trabajo fragmentario divulgado
principalmente en revistas y diarios de la época. En una primera etapa, en la
que el pensador español se encontraba imbuido de neokantismo marburgiano, defendió
una tendencia objetivista que llegaba a colocar por encima de la personas a las
cosas mismas. Sin embargo, ya para 1914, su pensamiento daría un interesante
giro hacia una dimensión más propia cuando afirma que la realidad radical es el
encuentro del yo y las cosas. De ahí su tesis: “Yo soy yo y mi circunstancia y
si no la salvo a ella no me salvo yo”. El yo es inseparable de las cosas y sólo
lo conocemos en su integridad, cuando lo descubrimos en relación con las cosas
que nos rodean. Por ello, “la reabsorción de la circunstancia es el destino
concreto del hombre” (en Colomer, 1982, vol. XXX: 9444).
Partiendo de lo anterior, la
vida involucra cosas que hay que tomar en cuenta, el hombre y sus circunstancias
son diferentes en cada caso; partiendo de lo factico, es decir, de un hecho
cualquiera, las cosas que convergen en cada individuo lo encasillan a
comportarse de cierta manera, es esa la actitud vital que proyecta en el mundo,
sin embargo, cuando observamos el comportamiento del hombre, ¿cuál es el punto
de apoyo que le permite actuar ante una situación determinada?
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiILHaV0pQGXpncsQxd1EGVytRVx-jsexZ_cIL2bjElqfzgV2radp2Nhyphenhypheng3Qi5C8H1TepIz4RvMyD_Ftz9rpUMgTGNwqkvXRVuj7ojngT0X1eBgdp1Z82q1ukb7p9CQRpN7idLmd_aXcVOY/s400/mito-logos.jpg) |
Imagen extríada de Google imégenes |
En tiempos pasados, el punto de apoyo se
encontraba en la filosofía y en la historia; la filosofía al estudiar los problemas
fundamentales del hombre, lo hacía con el fin de establecer principios racionales
que orientaran el conocimiento de la realidad y la forma de actuar con el mundo,
pero este saber en el que convergen las cosas y el pensamiento humano,
necesita, al evocar el pasado, de la historia, “Esa colaboración de
meditaciones precedentes le sirven, cuando menos, para evitar todo error ya
cometido, y da [a] la sucesión de los sistemas un carácter progresivo” (Ortega, 2002: 5).
Entonces para Ortega, la historia del
hombre es también la historia de los errores que hemos cometido, pero eso no es
lo relevante, sino la forma en que, por medio de la razón —aunque hoy la moda
es hacerlo sin ayuda de ésta—, creamos estratégicamente artificios o “discursos
para justificarlos”. En cierto sentido esto se refleja en la frase de Sófocles
“Nada acontece en la vida de los mortales exento de desgracia” (en Shlain, 2000: 15); las desgracias son
encubiertas mediante justificaciones elaboradas a través de discursos hechos
por el individuo en afanoso anhelo de no volver a cometerlos, discursos para
transformar nuevamente su realidad, para lanzarse hacia adelante, hacia el progreso;
por eso la historia es reinterpretada por cada generación.
La historia, el discurso y
su justificación será verídica y tratará de ser comprendida si se basa en
razones de peso universal y no solo en motivos personales, las razones
fundamentadas sin duda alguna se encuentra en el pasado, en la historia misma; por
tomar una expresión popular, se dirá que “el que no oye consejos, no llega a
viejo”; visto de otro modo, el que no contempla y aplica el amplio repertorio de
conocimientos expresados en un lenguaje, ya sea oral o escrito, dejado por los
ancestros que vivieron en espacio y tiempo antes que nosotros, se asemeja a la
silueta de un barco a la deriva sin anclas ni astros que lo guíen a un puerto
paradigmático, solo dejándose arrastrar por las velas en medio de los afanosos
y volubles vientos de su propia época.
En estos tiempos —y en los
que el mismo Ortega vive—, todo parece apuntar a que hemos perdido el punto de
apoyo que coadyuva al hombre ha comprender su realidad, ya que “este hombre-masa
es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado
y, por lo mismo, [se entrega] dócil a todas las disciplinas llamadas ‘internacionales’”
(Ortega, 2002b: 94); como borregos que
necesitan ser llevados por algún camino, muchas personas viven sin cuestionar
ni objetar, no hablan, no critican, no debaten, no discuten, al menos por las
razones lógicas y supuestas, solo ven motivos, excusas y la justificación
distorsiona los hechos a conveniencia, ese es el juego.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJfueoGgHu4i99cc092kCLQ5bjoqH-MSk1LfW58hrCZ5bKJeeJ8zp1oTaNn0RmpaaKXw_z1uMYjnwjB6qINN8jG8TiW7wqxCP65j8dSQxlJDIjHElim4UL0W3jijEGX0DDU0rXO_IAmym4/s400/fe-contra-razon.jpg) |
Imagen extraída de Google imágenes |
El hastío, las presiones, los
problemas, enmarcan la vitalidad humana hacia dos extremos: éxtasis o estado de
frustración, siendo más acentuado el segundo debido a que en la actualidad sólo
se percibe una actitud de estancamiento provocado por la bárbara exterioridad
del mundo (post)moderno; sin historia y su vuelta al pasado, el individuo “[…] más
que un hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola
fori; carece de un ‘dentro’,
de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda
revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier
cosa [víctima de su propio discurso, Óclesis dixit]” por haber perdido su ancla
con el pasado, por dejar de ver razones y exponer solo motivos, por dejar de
ver en la historia su punto de apoyo (Ortega y
Gasset, 2002: 94).
Podemos concluir diciendo
que hacer filosofía es un regreso al origen de su tradición. Por eso
el filósofo busca sumergirse en el origen de la filosofía, a fin de volver
desde allí al presente. Cada sistema no es distinto del anterior, sino que en
cierto modo es el anterior, porque lo conserva en la forma por los menos para
evitar sus errores. De esta manera comienza la filosofía acumulando el pasado e
integrándolo en cada innovación. La historia se revela a sí misma como progreso
y no como mero cambio. Hasta el siglo XVIII, la historia de la filosofía no es
la del pensamiento en progresión; el pasado se presenta como un almacén de
errores, frente a los cuales la filosofía vigente entonces se levanta y
contrapone como la verdad.
Aunque se diga que Ortega es
un ingenuo que se empeñó en encarnar una alternativa moderada, civil y
reformista, en momentos en que ésta no tenía la menor posibilidad de
concretarse en la realidad española, no cabe la menor duda de que es uno de los
más grandes filósofos españoles. Nació en 1883 y murió en 1955 en Madrid.
Durante su niñez se crió en un ambiente literario y político. Estudio en el
Colegio de los Jesuitas en Miraflores del Palo (Málaga), después en Deusto y
luego en la Universidad de Madrid; se licenció en Filosofía y Letras en 1902 y
se doctoró en 1904 con una tesis sobre Los
terrores del año mil. De 1905 a 1907 estudió en Alemania, en las
universidades de Leipzig, Berlín y sobre todo en Marburgo, donde fue discípulo
de los neokantianos Cohen y Natorp.
Fue gran maestro de varias
generaciones españolas e hispanoamericanas, sus tesis intelectuales aparecieron
en un momento en que existía en España una inmensa preocupación por reconstruir
su cultura y por abrirse a Europa.
_____________________
COLOMER, Eusebi (1982): “Ortega y Gasset
(José)”, Gran Larousse Universal,
vol. XXX, pp 9444-9446. Madrid: Plaza & Janés.
ORTEGA Y GASSET, José (2002): El tema
de nuestro tiempo. México: Porrua.
____ Ortega y Gasset, J. (2002b): La
rebelión de las masas . México: Porrúa.
SHLAIN, L. (2000). El alfabeto contra la diosa: El
conflicto entre la palabra y la imagen, el poder masculino y el poder femenino.
Madrid: Debate.